Todo resulta extremadamente frío en este rocambolesco drama sentimental del ruso Kirill Serebrennikov que desde su argumento remite a los grandes relatos de infidelidades y pasiones desgarradas, malsanas, abocadas a la tragedia, pero que sobre el papel se antoja distante e incluso algo aséptica por momentos.
En Betrayal pesa su procedencia, la hiperbórea actitud ex-soviética, el gris azulado perenne del cielo de Moscú, pero sobre todo pesa la (cuasi) obsesiva vocación de su director por firmar planos impolutos incluso cuando la historia demanda antes visceralismo que estilismo. Ello no es óbice, no obstante, para que Serebrennikov alcance su particular nirvana artístico en un par de secuencias sublimes –ambas marcadas a fuego por la tensión sexual no resuelta entre sus protagonistas-, y culmine un trabajo que puede emparentar con el Kieslowski más solemne –que ya es decir-.
Quién sabe, quizá el moscovita de a pie sepa encajar mejor estos amores polares con los que nosotros, los animales de sangre caliente, no terminamos de emparentar. En cualquier caso, no duelen prendas a admitir el mucho (y buen) oficio que Betrayal encierra o el tremendo acierto que supone la elección de la alemana Franziska Petri y su mesmérica presencia, como eje central la película. Una actriz capaz de helarte con la mirada para una cinta que habría necesitado de un par de toques de microondas.