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anarquía, anarquismo, bob black, cambio climático, la abolición del trabajo, política
Hagan la prueba; bajen a la calle, vayan al mercado o al centro comercial y una vez allí realicen un sondeo sobre el concepto de “anarquía”. Los resultados no dejarán lugar a dudas; nueve de cada diez personas, siendo generosos con las estadísticas, evocarán imágenes de caos y destrucción, de Far West apocalíptico, el advenimiento de hordas sin ley cortando cabezas. Una plaga bíblica. El anarquismo, como casi todo lo que coquetea con un cierto libre albedrío, un caminar al margen de lo establecido, no se enseña en los colegios, y los medios de comunicación prefieren la película de los jóvenes “antisistema” quemando mobiliario urbano con ‘Anarchy in the UK’ de fondo.
El abogado y escritor Bob Black (Detroit, 1951) es anarquista y, por definición, antisistema; pero observándole u oyéndole hablar uno no se lo imagina haciendo de ariete contra un pelotón de antidisturbios. Sus ensayos, con el célebre La abolición del trabajo a la cabeza, no incitan a la fabricación de bombas caseras ni a la insurgencia armada, desde sus textos, desde la intelectualidad y el análisis, Black trata de explicarse (y explicarnos) cómo hemos llegado hasta aquí, hasta esta sociedad donde cualquier cosa es negociable excepto el trabajo y el dinero. ¿Es posible otro estilo de vida? ¿Qué mecanismos de control pone en marcha el capitalismo para alejarnos de la utopía? ¿Hay manera de parar esa maquinaria? Si nos sobreponemos al cliché del cóctel Molotov, el tema es apasionante. Más aún, nos va la civilización en ello.
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