Mae-Kurtz-2013-Entrevista-Mid2No la busquen en ningún anuario de cantautoras indie, Mae Kurtz no ‘gasta’ de eso. Aunque la RAE opine lo contrario, aunque efectivamente Mae sea tan cantante y tan autora como la que más, no está aquí para ser la banda sonora del próximo anuncio de higiene femenina ni para perseguir nubes de algodón por el camino de baldosas amarillas. Muy al contrario, la barcelonesa de negro lleva unos cuantos años musicando nuestro desasosiego, aquellos ‘profundos miedos secretos’ de los que hablaba Jim Morrison, y todo ese peregrinar a través de los parajes más oscuros del rock and roll se ha materializado en el soberbio Drain, el disco que habría grabado Ian Curtis si fuera mujer y no hubiera entonado el ‘adiós, mundo cruel’ hace 30 años. Pero ni todo lo que reluce es oro, ni todo lo que pasa del gris marengo es frío y sin vida. Aquí tienen un poco de la ironía fina de Kurtz para confirmarlo…

Me avisó de que no le preguntara chorradas, como por ejemplo cuál es su color preferido. Vamos allá… Su admirado Johnny Cash daba unas cuantas razones para vestir siempre de negro: por los pobres, los hambrientos, los presos… ¿Y usted?
(Risas) Por Johnny Cash, las razones ya las dio él… No, en realidad visto de negro porque siento que es un color que me define, o más bien porque es como me gusta definirme, que quizás no sea exactamente lo mismo. El negro me da tranquilidad y serenidad. En cambio el color me estresa, no sé hacerlo mío. Eso no quiere decir que no me guste, de hecho lo necesito, pero fuera.  

Ese ‘drenaje’ que titula su disco, ¿habla de dejárselo todo en las canciones? ¿es algo físico o emocional?
Sí, aunque más que dejármelo todo más bien lo saco. Es algo básicamente emocional, pero no puede desligarse de lo físico. Mis emociones me corroen, no sé qué hacer con ellas, se meten en mi cuerpo, me consumen, las vomito en forma de canción y de esta manera vuelvo a estabilizarme de nuevo. 

Entonces es de las que utiliza su música como terapia…
Sí, absolutamente. Quizás debería utilizarla para más cosas, como para intentar ganarme la vida, pero su función es fundamentalmente terapéutica. El compartirla también. Cuanto más cuerda estoy, menos música hago. Sin música todo sería muy diferente. 

¿No será que quienes nos apoyamos en la música, o en el arte, como pilares fundamentales de nuestra existencia, no hemos aprendido a vivir sólo con nosotros mismos?
No, creo que justamente es todo lo contrario. Al menos en mi caso.  Creo que lo que hace que me refugie y vuelva a mi pilar es que no he aprendido a vivir con los demás.

Hace unos años ya se cruzaron nuestros caminos y le pregunté qué se escondía tras el alias de Mae Kurtz. Me respondió, a grandes rasgos, que si quisiera hablar de ello no utilizaría un alias. ¿Sigue así de hermética?
Sí. 

¡Pero este dichoso mundo 2.0 necesita que sus artistas enseñen en las redes sociales hasta las bragas que se pondrán mañana! ¡No puede ir contracorriente!
Bueno, quiere decir que al menos llevan bragas… Quizás sería más interesante que nos las llevaran… Aunque a estas alturas a quien le importa… Yo no sé lo que necesita este mundo 2.0. Yo sólo sé que sigo mi corriente que, por lo visto, no es la misma que “la corriente”. Pero yo no puedo ir en contra de mi corriente así que si no confluyen, no confluyen. Tampoco me preocupa demasiado. 

¿Sigue en plan Juan Palomo? ¿Cuánto le lleva redondear una canción? No sé hasta qué punto es usted obsesiva, pero controlar todo el proceso que lleva a la gestación de una canción debe ser una auténtica pesadilla para alguien perfeccionista… ¿Cuándo se da por satisfecha?
¿Juan Palomo? (Risas) ¡Puede! Mi proceso de creación es bastante corto. Puedo tardar de una hora a un día hasta dar por finalizado el tema. Entendiendo finalizado no como luego llegará al público (porque esta vez el segundo disco quiero grabarlo en estudio y con la banda) sino cómo la concibo y puedo concebirla. Soy obsesiva y perfeccionista, pero como me faltan conocimientos tanto musicales como técnicos el tema es más limitado.  Dejo que fluya mi instinto y empiezo y sigo hasta que acabo. De todos los temas que tengo quizás sólo un par los he acabado en dos o tres tandas. Mi obsesión es empezar y acabar,  porque hasta que no acabo no puedo descansar. Desgraciadamente sólo me pasa con las canciones. 

¿Qué diría que ha cambiado en Mae Kurtz, en su propuesta, desde que empezara a darse conocer allá por 2008?
Yo diría que a nivel compositivo no mucho. Simplemente utilizo menos instrumentos e intento dejar los violines fuera, auque me cuesta. Compongo más pensando en poder trasladarlo luego al directo. Más acorde con mis medios. También creo que los últimos temas tienen más ritmo, pero es sólo una percepción subjetiva. En lo que sí que he cambiado es en cómo me relaciono con la banda, doy mucha más libertad, acepto que me cambien líneas y que las canciones sean más vivas, que no sean tan encorsetadas. Soy más flexible. Y he aprendido a distanciarme un poco de las canciones, lo que hace más fácil compartirlas. 

Me consta que es usted una devoradora de música(s), y sin embargo todo o casi todo en ‘Drain’ desprende aroma after punk circa 1980. ¿La oscuridad es su hábitat natural? ¡Hasta convierte el ‘Blue Moon’ en una especie de nana de ultratumba!
La oscuridad está en mí por lo visto. No he crecido escuchando música oscura y no es mi intención serlo. A mí me encantaría sonar más luminosa, pero haga lo que haga, no lo consigo. Ahora ya no me preocupa, pero más de una vez le he mostrado a alguien una nueva canción diciendo: mira, esta es alegre, más vital… y quedarse la gente con cara de decir: tú no sabes a qué suenas, ¿no? Así que… yo sigo empapándome de lo de siempre: jazz, soul, rock’n’roll… quizás logre sonar de otra manera. Pero mi estilo no es para nada buscado, es el único que por lo visto sé hacer. 

De todas formas, torres más altas han caído… Si Neil Young hizo un disco de kraut-rock, Bowie le entró al drum n’bass, o nuestro Bunbury terminó cantando corridos, ¿podemos esperar algún buen bandazo estilístico de Mae Kurtz? ¿Se lo plantea?
Sí, me lo planteo muchas veces. Si no lo hago es porque no puedo estar en todas partes. Me encantaría hacer un disco de standards de jazz, otro más de baladas de los 50, otro más guitarrero tipo 60s, uno de rancheras… Me gusta la música y me gustaría expresarme en muchas de sus formas. Sobre todo en aquellas que me influenciaron. Pero eso sólo podría hacerlo con la ayuda de bandas de ese estilo, puesto que haga lo que haga lo mío siempre suena a oscuro… ¡Ahí tienes mi versión de “Blue Moon”!   

Sueño con escucharla cantando en castellano. ¿Debo abandonar toda esperanza?
No, nunca abandone la esperanza, ¡parece un buen tipo! (Risas) Quién sabe. Para mí el idioma es un sonido, cada idioma tiene el suyo y yo asocio el idioma a un estilo.  Mi música no la concibo en castellano ahora mismo y por eso suena como suena. Probablemente si lo hiciese en castellano sonaría a otra cosa, crearía canciones diferentes, con ritmos y cadencias distintas… Cada idioma encierra también un mundo. Puede que un día cambie de mundo. 

En los 90s las cantautoras tenían un par de pelotas, con perdón –o un par de ovarios, si prefiere que abracemos el “bibianaidismo”-; ahí estaban PJ Harvey, Ani DiFranco, Tori Amos… Personalidades muy fuertes en lo personal y en lo musical. Pero parece que ahora, salvo gloriosas excepciones como la suya, todas quieren ser Lisa Loeb o Julianna Hatfield. ¿Quién las ha domado de esa manera?
No lo sé, ni me importa demasiado. Pero afortunadamente creo que siempre habrá cantautoras más potentes y cantautoras más aburridas (así las defino yo). Lo único que cambia es lo que interesa en ese momento al mercado, que crea tendencias, que subraya a una o a otra según le convenga o según le plazca. Sólo depende de dónde pongamos el foco. El porqué ponemos el foco en un sitio u otro, ya… eso se lo dejo a los analistas. 

Esto le va a gustar tanto como lo de los colores… Preparando esta entrevista he escuchado su disco un par de veces. Es soberbio, ya se lo he dicho, pero ahora necesito o bien un poco de prozac o bien un buen chiste… Venga, cuénteme un chiste, que seguro que tiene menos efectos secundarios…
(Risas) Yo de usted me tomaría una copa y esperaría a que saliera el sol.