Insiste Hollywood en contarnos historias de Manhattan, de Boston, de Los Ángeles a lo sumo, pero qué pocas veces vuelven la vista al sur, a su sur, el de la endogamia y la ley de la jungla, el del racismo en vena y los pantanos infestados de cocodrilos. Desde luego no es el sur al que cantaba Raffaella Carrà; es bastante más sucio, la palabra ‘glamour’ no aparece en el diccionario y en cualquier esquina asoman los rasgos brutales de la podredumbre humana. Tennessee Williams lo sabía, y Lee Daniels y su socio Peter Dexter –a la sazón autor de la novela que inspira El Chico del periódico– también lo saben.
Que al director de Precious le van los bajos instintos y golpear fuerte en la retina del espectador ya quedó claro en cuanto Gabourey Sidibe recibió la primera bofetada en su oscarizada crónica de las vejaciones materno-filiales, y aquí nos lanza esa visceralidad en forma de violencia extrema, más sugerida que mostrada, el tradicional odio al negro en Dixieland y una sexualidad casi animal. Todo ello dentro de un drama con ciertos toques de thriller ambientado a finales de los 60s, donde no importa tanto el devenir de ese relato de presuntos inocentes en el corredor de la muerte y algún que otro romance imposible como la fascinación que engendran en nosotros los personajes que Daniels y Dexter perfilan. De esa Nicole Kidman mutada en cuarentona cachonda y vulgar, ahora damisela de pueblo desequilibrada, ahora súcubo insaciable, a los oscurísimos secretos de alcoba de un Matthew McConaughey cada vez más sólido, pasando por ese paleto salvaje y desalmado que borda John Cusack. La australiana gana la partida, como casi siempre, pero no por mucho esta vez. Daniels ha escogido y dirigido con guante blanco a sus actores, incluso al insípido Zac Efron, que hace de su falta de carisma un mal necesario para su ‘graduado’ de los pantanos de Florida. El chico del periódico no es la película con la que un actor sueña, especialmente en lo tocante al peliagudo papel de la Kidman, pero es el tipo de película que marca la frontera entre los valientes y los conformistas.
Sangre, sudor (mucho sudor) y sexo; un cóctel explosivo en manos de directores de raza como Lee Daniels. The Paperboy es probablemente la mejor película americana del último año y, de propina, deja para el imaginario de los fetichistas dos de las secuencias más enfermizamente eróticas del Hollywood reciente. Cortesía de Nicole, por supuesto. Después de El chico del periódico las picaduras de medusa nunca volverán a ser lo mismo.