Ciento sesenta años contemplan a los hermanos Taviani, historia viva del celuloide europeo, que sin embargo no cejan en su empeño de facturar un cine socialmente comprometido con su tiempo –este sigue siendo su tiempo, en cualquier caso- y de cualidades artísticas irrefutables e innegociables.
‘César debe morir’ propone una representación del Julio César de Shakespeare intramuros de una prisión italiana, con presos (reales) encarnando al emperador romano y a toda la caterva de intrigantes que urdieron su asesinato. En blanco y negro los provectos realizadores nos presentan a cada actor/reo construyendo, ensayo a ensayo, sus personajes, fusionándose con ellos, descubriendo que ese poeta inglés tan famoso entre las “gentes cultas” hablaba en realidad su mismo idioma. Un idioma donde conceptos como el honor, la traición o la venganza son tan habituales como las reyertas en el patio del centro penitenciario. Shakespeare les habla a ellos desde la tumba y ellos aprenden a escuchar.
Ojalá la última de este par de jóvenes octogenarios no sea de verdad la última. ¿Quién si no se volverá hacia el César, o hacia Bruto, o hacia Casio cuando ellos ya no estén?