CD-Cover-Emit-Bloch-Dictaphones-Vo-1-680x670-b37e562e0aa866f4-e1349980147903Si piensas que el título del primer trabajo de David Turin bajo el alias de Emit Bloch«Dictaphones vol.1», es algún tipo de guiño a una grabación somera en medios, pero profesional al fin y al cabo, quedas avisado: no hay metáfora que valga. Emit ha grabado todos y cada uno de los temas de su álbum en un viejo dictáfono y así los ha editado, sin overdubs, sin filtros, sin efectos de ninguna clase; dándole a su obra no tanto la previsible atmósfera amateur como un cierto halo de romanticismo, el de los viejos fonógrafos, o las precarias grabaciones de Robert Johnson y amigos. Por supuesto, hay también en su bluegrass casero un fenomenal corte de mangas a la industria, la expresión última del do it yourself que combinada con un tremendo sentido del humor –las más de las veces es imposible saber si habla en serio o no- convierten a Bloch en uno de los artistas más sui generis de la escena mundial. Démosle pues la palabra a este cowboy emigrado a la Pérfida Albión y dejémosle hablar de su universo y cantar sus canciones porque, entre otras cosas, Emit nos ha cedido en exclusiva una surrealista versión/popurrí en clave hillbilly de diferentes hits de Marilyn manson, Funkadelic o Sigababes, entre otros. Genio y figura.

Tiene la habilidad de transportarnos en el tiempo con su música, lo que hace que me pregunte si tal vez es porque le habría gustado vivir en otra época…
Es emocionante pensar cómo sería vivir en otra época –y, según Stephen Hawking tal vez llegue a ser posible hacerlo de verdad-, pero si hablamos de épocas emocionantes, me quedo con esta en la que vivo. De todas formas, si pudiera dar un salto cuántico… he leído que puede haber hasta once dimensiones transcurriendo al mismo tiempo ahora mismo, en el presente, y que las decisiones que uno toma en la vida son como los intercambiadores de las vías de tren. Entonces lo que a mí me gustaría, más que ir adelante o atrás en el calendario, sería poder moverme conscientemente entre esas once dimensiones.

¿No hay algo de contradictorio en hacer música tan añeja en tiempos tan modernos?
Me gusta el contraste que hay en tu pregunta –supongo que porque me parece un buen contraste eso de meter música antigua en formatos ultramodernos-. Dándole la vuelta a ese concepto, estaría bien escuchar las sinfonías compuestas por computadoras del siglo XXII en un vinilo de 78rpm.

Habrá quien opine que lo suyo, lo de grabar sus canciones en un dictáfono destartalado, es pura pose. Más hoy en día que cualquiera puede grabar canciones a una calidad aceptable en su teléfono móvil… ¡e incluso rodar el videoclip después con el mismo aparato!
Decididamente, es una pose… Quiero decir que es una decisión consciente, como utilizar película antigua al hacer cine o pintar al óleo. Las voces suenan genial en el dictáfono y por supuesto el relax en la interpretación es total. No existen los nervios típicos de los estudios de grabación. Y tampoco hay que lidiar con muchas pistas, ni efectos, ni tienes todas las opciones de edición que te da la tecnología digital, lo cual me va bien, porque nunca acabaría una canción si tuviera delante demasiadas opciones o pocos conocimientos. Así que la simpleza del medio, en este caso, tiene su contrapunto en la mala calidad, y esa mala calidad pues se ‘pega’ a la historia de la canción. Me gusta que haya fantasía en los discos, y en ese sentido el dictáfono es perfecto. En cualquier caso, el medio es también parte de mensaje, y aquí el mensaje que yo trataba de mandar era un “¡que os den por el culo!”… Creo que el dictáfono me ha ayudado a transmitirlo.

Dice que grabar “Dictaphones vol.1” le costó unos 8 euros y, si no estoy mal informado, su mujer es fotógrafa, así que es de suponer que las fotos y el artwork tampoco le salieron por un ojo de la cara. ¿No cree que es hora de llamar a la gente del Guinness para que nombren a su disco el más económico de la historia?
(Risas) ¡Buena idea! Pero con unos costos de producción tan bajos también deberían meterlo en la lista de los CD más caros de las historia. ¡En las tiendas lo venden por 15 euros! (Risas) Y sí, mi mujer, Kate (Kate Garner, reconocida fotógrafa y ex cantante de Haysi Fantayzee. ndr) me hace fotos gratis, y también se las hace a amigos nuestros como Selfish Cunt o Beth Jeans Houghton. Es un chollo.

¿Qué es más importante a la hora de contar historias, la imaginación o la experiencia?
Bueno, depende de las historias que cuentes, claro. Pero diría que si has vivido muchas experiencias y escribes canciones, tiendes a echar mano de la imaginación; sin embargo, si eres un soñador, sueles poner cosas de tu propia experiencia. Los contrastes son buenos. Es bueno para tu kung fu. Cualquiera puede ponerse a hacer cualquier cosa, pero hay que esforzarse para conseguir un buen nivel. ¡Así te conviertes en un verdadero maestro de kung fu! (Risas)

Ahora está viviendo en Gran Bretaña, en Londres, que es prácticamente un ambiente antónimo a la California donde se crió. Ya sabe lo que cantaba Sting: “Soy un extraterrestre. Un extraterrestre legal. Soy un inglés en Nueva York”. ¿Se aplica lo mismo a artistas de bluegrass que moran a los pies de Buckingham Palace?
Sé lo que quieres decir, y creo que es más fácil pensar en el Oeste desde una metrópolis como esta. Muchas veces te encuentras anhelando esos enormes espacios abiertos. A mí el Oeste me acompaña en el centro de Londres, dentro de mi cabeza, porque siempre me gustó la idea de ser un cowboy en la gran ciudad. Pero ahora ya he tenido suficiente chute de metrópolis, y hay unas ganas locas de tocar cerca de serpientes de cascabel, tiburones blancos, cactus y destilerías de tequila en California y Nuevo México. De este verano no pasa.

¿Cómo ha afectado Londres a su música? Porque escuchándole uno diría que es impermeable a cualquier estilo musical nacido después de 1950. Aunque, ya se sabe, las apariencias engañan…
Las apariencias nunca engañan. (Risas). Londres es una ciudad muy culta. Aquí siempre se me ocurren las palabras adecuadas para mis canciones. Es un sitio ideal para escribir, pero si hablamos de fondo de armario, la cosa no está tan bien, y está aún peor si hablamos de músicos en el sentido chamánico del término. Vivir aquí me ha hecho apreciar todo el rollo mod, pero también me siento ahora mucho más unido a la música de la Costa Oeste, a los solos de guitarra desquiciados y las ropas estrafalarias. […] Sí que he escuchado algo de ese material posterior a 1950 que tú llamas ‘música’ y, aunque no puedo decir que me haya gustado, hay algunas canciones que destacan en mi ranking personal: “This is the new shit”, de Marilyn Manson, “Hole in the Head” de Sugababes, “Transmission” de Joy Division o “Aquaboogie” de Funkadelic. He hecho un pequeño bluegrass mezclándolas todas, y por supuesto lo grabé en la cocina con mi dictáfono. ¡Quién sabe qué puede pasar ahora que he puesto en circulación esa canción! A saber qué cambios traerá. Igual te levantas mañana y ya no existen cosas como Bad Brains o Fugazi. (Risas)

Hay algo en usted que me recuerda inevitablemente a Hank III. Las conexiones musicales son evidentes, pero tal vez sólo me esté dejando llevar por la visión de esos sombreros de cowboy andrajosos que ambos lucen con orgullo… Sin embargo, el nieto de Hank compatibiliza el purismo country con discos de metal extremo y hardcore. ¿Entiende esa esquizofrenia musical?

No sé si es esquizofrenia. Ahora, si viajas por la América profunda, ves que la gente escucha a Slipknot y Mastodon. A lo mejor esa es la nueva música country. Tengo ganas de introducir algo de metal en shows y he estado ensayando con un batería que toca metal, Ant Hatcher –además es el líder de The Original African Indians-. Escucharé a Hank III, a ver qué le puedo robar. (Risas). ¡O a lo mejor ya le estoy copiando! Gracias por la recomendación.

¿Sobre qué cantaría Woody Guthrie hoy en día si estuviera vivo y fuera joven? ¿Seguiría siendo un artista folk o se lo imagina más bien como un punk rocker misántropo devorador de fetos?
Todo se reduce a las letras, ¿no crees? Quiero decir que son lo único que no se puede falsear –eso y el sentimiento-. Woody podría estar tocando cualquier cosa hoy en día. En su época la guitarra era el instrumento habitual, así que ahora quizá usara sintetizadores, pero sus letras seguirían estando ahí y seguirían siendo más o menos algo como esto: “Estamos llegando a un punto en que todo va a dejar de funcionar / y los paranoicos esquizofrénicos son los que parecen saber / por qué en las tardes de verano hace tanto calor y el suelo se ha reblandecido / y un grupo de científicos superdotados dicen que no saben lo que hacer”.

Hay una larga tradición en la música americana de cantautores con importante poso político en su mensaje. Ya hemos hablado de Guthrie, pero ahí están el Dylan de los comienzos, Joan Baez, o el músico oficial del Partido Demócrata, Steve Earle. ¿A usted le interesa la política? ¿Cree que los artistas tienen una especie de obligación moral de hablarle a la gente de las injusticias mundanas? De hacer que reaccionen… 
El trabajo del artista es hacer reaccionar a la gente, sí, pero no estoy seguro de que la seriedad sea la mejor forma de hacerlo ni tampoco si hay que centrarse en las injusticias y el dolor –eso tal vez sirva para el folk mainstream-. La forma más pura de arte es el collage, unir cosas muy distintas para mostrar sus puntos de conexión, y por ahí se llega a nuevas posibilidades, a nuevas soluciones. Poner el dedo en la llaga funciona para llamar la atención, pero creo que el mensaje, al final, debería ser de esperanza.

Creo que tiene una hija adolescente. ¿Comparte la pasión por la música? ¿Deben los padres ‘rectificar’ a los hijos en cuestiones como los gustos musicales? Mandarles a la cama sin cenar si aparecen con una camiseta de Lady Gaga, por ejemplo… 
Gran pregunta. Hay mucho que cortar en la pelea musical que me traigo con Grace, mi hija, que tiene 13 años. No la mandamos a la cama sin cenar por Lady Gaga –a Gaga se la acepta en esta familia-. (Risas). Está claro que no me entusiasman algunas tonterías romanticonas que escucha, pero esa música me hace reaccionar –bien o mal, da igual- así que hay que admitir, siendo coherente con lo que te he respondido a la pregunta anterior, que es efectiva. Por supuesto, tenemos gustos comunes: Guns n’Roses, Lynyrd Skynyrd, Dandy Warhols, Rolling Stones, Lilly Allen, Hank Williams, Madonna… No soy fan de Lady Gaga, pero puedo soportarla. A ella le encanta. Se le da muy bien escribir y está aprendiendo a cantar. Tenemos una pequeña batalla con Grateful Dead, porque dice que le he llenado la cabeza con canciones de los Dead y que ahora no puede quitárselas de encima. (Risas).

Con ese último dato me queda claro que debe ser un gran padre… Lady Gaga es para mucha gente de gran criterio uno de esos ‘placeres inconfesables’. Si te gusta, te gusta… No se puede hacer nada al respecto, salvo  quizás mandarte a ti mismo a la cama sin cenar para cumplir la debida penitencia. Pero, dígame, ¿cuáles son los ‘placeres inconfesables’ de Emit Bloch? 
Uno de esos ‘placeres ocultos’ son Axl Rose y Slash. En su día no me percaté de su talento, pero hace poco he vuelto a escuchar “Appetite for destruction” y me ha volado la cabeza. No paro de escucharlo. Ahora mismo todos somos adictos a ese disco en mi casa. Hay mucha sabiduría en ellos, mucha sofisticación. He empezado a ponerme bandanas y a meterme los pantalones por dentro de las botas. (Risas) Me encantan las broncas de Axl que veo en Youtube, es el mejor chamán que he visto nunca, y la autobiografía de Slash es un gran libro. ¡Ah! Y tengo que confesar que mandarme a mí mismo a la cama sin cenar es otro de mis ‘placeres ocultos’, pero eso tiene más que ver con mi madre. (Risas).