Por la forma en que se ha desarrollado la carrera de Rock City Angels podríamos hablar del arquetípico grupo guadianesco, de apariciones intermitentes, entrando y saliendo de la escena por voluntad propia o caprichos del destino, si no fuera porque lo suyo es más bien un manantial subterráneo que sólo muy puntualmente ha emergido para bendecir con sus aguas a las gentes de alrededor. Durante su primera etapa, la banda de Bobby Durango llegó a grabar hasta tres discos completos, pero sólo uno de ellos, el legendario “Young Man’s Blues” llegó a ver la luz del día en su momento. El resto, pregúntenle a David Geffen. RCA ni siquiera necesitaron de la puntilla del ‘grunge’ para esfumarse como lágrimas en la lluvia nihilista de principios de los 90, porque lo cierto es que cuando Nirvana y los chicos de Seattle acapararon las listas de ventas, RCA casi dormían ya el sueño de los justos.
Hace dos años, Durango llamó a filas a sus ex compinches y se sacaron de la manga “Use once and destroy”, un trabajo que, de nuevo, encontró no pocos obstáculos para alcanzar las estanterías de las tiendas de discos. Pero o consiguieron y pudimos disfrutar de ese avispero de rock sleaze y arrogancia callejera que nos devolvía a unos Angels incorruptos, como si no hubieran pasado más de 20 años desde la última vez que dieron señales de vida. Ahora, a punto de poner en el mercado “Midnight Cofessions”, una recopilación de material inédito, Bobby se muestra por primera vez en mucho tiempo ilusionado con el futuro de RCA. Ojalá hayan vuelto para quedarse.
Cuando se habla de Rock City Angels, siempre se hace hincapié en dos cuestiones: que Johnny Depp formó parte de la banda y que, supuestamente, Geffen enterró vuestra carrera por temor a que eclipsarais a Guns N’Roses. ¿Te molesta que sea eso lo que la gente recuerde de RCA por encima incluso de la música?
La verdad es que no. Si eso sirve para que la gente se acerque a Rock City Angels, y la historia de Geffen me parece una buena manera de llamar la atención del público, sea cierta o no. (Risas) En cuanto a Johnny, en su momento fue un miembro muy valioso del grupo, y no por su fama, porque al principio no era famoso, sino porque, gracias a su profesionalidad la banda dio un salto de calidad. Era un guitarrista solvente que siempre tenía buenas ideas, y eso no puede ser malo. Más adelante sí que se convirtió en un cruce de cables, porque no teníamos claro si la gente se interesaba por el grupo por Johnny. Y hay quien reduce nuestra historia al hecho de que él estuvo con nosotros y que co-escribió “Mary” conmigo. Pero, por encima de todo, creo que aquello demostró que teníamos a gente con mucho talento en Rock City Angels y que fuimos capaces de mantener la integridad, a pesar de los problemas y los conflictos. De todas formas, si lo que quieres es un trabajo tranquilo y sin preocupaciones no te recomendaría que te dedicaras al rock and roll en particular, o a la creación artística en general.
Debe ser muy frustrante que dos de los cuatro discos que habéis grabado ni siquiera llegaran a editarse en su momento…
Nuestros discos siempre han estados envueltos en la frustración. La gente piensa que una vez que has firmado un contrato con una discográfica el resto es coser y cantar, pero con Geffen Records, en cuanto nuestra luna de miel terminó, cuando despidieron al productor que queríamos, nuestra relación se volvió más y más tensa, lo que llevó al retraso en el lanzamiento de los discos y a todas aquellas elucubraciones sobre Guns N’Roses. Son rumores que no me sorprenden, porque todo fue muy extraño y hubo mucho misterio y ocultismo alrededor del grupo. De hecho, tuvimos suerte de que “Young Man’s Blues” llegase a oídos de la gente con la birria de promoción que nos hizo Geffen. Después de eso, pasamos tres años trabajando en el disco siguiente, cuyas demos se publicaron a través de FNA Records más tarde, pero Geffen nos cerró las puertas en el 92, a nosotros y a todas las bandas glam de la época, cuando lo cierto es que nuestra música estaba mucho más cercana a Nirvana que a Poison, por ejemplo.
Quizá eso es lo que os convertía en un grupo difícil de vender, en teoría, para Geffen: no terminaban de colocaros en ningún saco. No sabían cuál debía ser vuestro público diana…
Pero, ¿de verdad es tan malo no querer sonar como el resto de los grupos? Parece que para la mayoría de las discográficas sí que lo es, y lo mismo se puede decir de la prensa musical. Nadie ha sabido nunca a qué atenerse con Rock City Angels. Últimamente suelo decir que somos una banda de punk-soul, pero supongo que cosas como esa son difíciles de encajar para los que quieren tenerlo todo perfectamente etiquetado. Lo ideal sería que cada uno escuchara las canciones sin prejuicios, que se formara su propia opinión. […] Con New Reinassance también tuvimos problemas. En 2000 editaron unas maquetas del 83 y quisieron hacerlas pasar por material nuevo. Aquello me jodió enormemente. Para colmo, nos estafaron. No vimos ni un centavo. Por eso, para “Use once and destroy” decidimos autoeditarnos, y te diré que ha sido, desde un punto de vista discográfico, mi experiencia más satisfactoria. Dejando al margen el tema de reunir el dinero para poder publicarlo, nunca he estado más contento con ningún disco que he sacado. Nuestra relación con FNA es muy buena y por supuesto el hecho de que ese sello lo dirijan auténticos fans de la música ayuda bastante.
Gracias a FNA os habéis ido quitando alguna espinita. Habéis podido editar mucho del material antiguo…
Desde luego. Me ilusiona mucho que FNA haya querido sacar todo eso, porque hay temas muy buenos. Puede que no conectemos del todo con el resto de bandas que ellos llevan pero están entusiasmados con este proyecto. Lo próximo se llamará “Midnight Confessions”, que se editará en Julio; serán 15 temas que nunca salieron a la luz. Sois el primer medio en saberlo.
Siempre he pensado en Rock City Angels como en un enorme ‘coitus interruptus’. No sé qué te parecerá semejante símil, pero el caso es que estábais ahí, casi lo teníais, y en el último minuto todo se vino abajo…
(Risas) Sí, es una gran metáfora; mucho mejor que toda aquella mierda de que fuimos los Brass Ring del rock. La verdad es que no sé cómo de cerca estuvimos de tener éxito, en el sentido más típico de la palabra, pero de todas formas eso nunca nos importó. Mi gran meta era que nos convirtiéramos en una banda de culto, al estilo de los Ramones, y ganar el suficiente dinero como parar salir adelante y continuar haciendo lo que más me gusta hacer: escribir buena música, vacilona y sin edad.
Hablemos del presente. Reconforta comprobar que a pesar de los parones, de las idas y venidas continuáis fieles a vuestros principios. “Use once and destroy” tiene toda la crudeza y la suciedad de los viejos tiempos…
Agradezco tus palabras. Hay que trabajar muy duro para conseguir ese tipo de sonido. No es algo que consigas jugando con la mesa de mezclas. Con “Use once and destroy” era importante que volviéramos a las raíces y también cubrir de alguna manera todas las etapas por las que ha pasado Rock City Angels. Cerrar el círculo. Sobre todo, era fundamental para mí que creáramos algo que fuera atemporal, que la gente no pudiera saber en qué año compusimos esas canciones. Creo que nos salió bastante bien. Diría que es el mejor disco en el que he trabajado. Me siento muy orgulloso de él.
No se puede decir que muchos de tus compañeros de la movida angelina de los 80s hayan mantenido esa ‘rectitud’. Recordemos a Taime Downe, de Faster Pussycat, reconvertido en una especie de Marilyn Manson de tercera, o a Tommy Lee haciendo rap metal… ¿Nunca has querido probar suerte en otros estilos?
En nuestra música hay un poco de todo, y desde luego nunca hemos pensado en cambiar sólo para encajar en determinada escena. No creo que haya nada malo en el simple hecho de cambiar, mira a Bowie o a Beck, que saltan de un estilo a otro casi en cada disco. Siempre que uno sienta de verdad lo que está haciendo, no importa experimentar un poco. Es algo sano, incluso. Lo verdaderamente inexplicable es que algunos grupos, cuando alcanzan mucha popularidad y, por lo tanto, tienen el dinero y los medios para hacer lo que les dé la gana, ahí es cuando empiezan a venderse y a hacer tonterías. Aunque dudo que nosotros tengamos ese problema alguna vez. (Risas)
Viviste la explosión de bandas glam en Sunset Strip, pero también la época en que todo aquello se vino abajo por culpa de Nirvana y compañía –o gracias a ellos, según se mire-. ¿Qué es lo que más te atraía de Los Ángeles? Es una ciudad dura, nadie puede negar eso…
Antes déjame que te diga que me alegré cuando todos aquellos grupos de Seattle triunfaron. El cambio era necesario; en aquellos últimos años había mucha basura en L.A. De hecho, nunca vi a Nirvana como una amenaza porque, como te he dicho antes, pensaba que RCA teníamos más en común con ellos que con las bandas glam. Pero a nosotros nos habían metido en aquel saco, así que sufrimos las consecuencias igualmente. Recuerdo que la primera vez que escuché a Nirvana iba en mi coche. Sonó “Lithium”, y tuve que parar porque no me lo podía creer. Pensé: “¿Cómo han conseguido meter esto en la radio? ‘Debe ser un error, porque es demasiado bueno!”. En cuanto a Los Ángeles, a la ciudad, cuando llegué allí me metí en la escena punk y aquello no tenía nada que ver con el hair metal; todo el mundo ayudaba a todo el mundo… Era increíble. Estaba enamorado de la historia de L.A., me encantaba el ambiente que se respiraba… Pero hay que tener en cuenta que era 1981, que tenía 16 años y todo me parecía deputa madre, daba igual si era una ciudad dura.
Algunas de aquellas bandas punk de L.A. tenían fama de ser muy violentas; peligro en estado puro…
Bueno, no te creas todo lo que te cuentan (Risas). Había un par de bandas que sí que incitaban a la violencia, pero en el fondo la gente violenta estaba sobre todo entre el público; tíos que probablemente habían visto algún concierto de punk en la tele y pensaban que hacer el animal era la actitud adecuada. Pero a la mayoría de los grupos no les iba nada ese rollo. Luego tenías bandas como Circle One que estaban conectados con pandillas de Venice Beach –por cierto, su cantante, John, acabó convirtiéndose al cristianismo-. Está claro que si veías uno de esos pogos que se formaban en los clubes, te podía acojonar bastante, pero era engañoso. Por ejemplo, si te caías o te hacías daño la gente te ayudaba. Era divertido. Una forma como otra cualquiera de quemar el exceso de adrenalina adolescente. La escena era violenta si tú querías que fuera violenta, si tú eras violento, algo extensible al metal, al rap… Las generalizaciones, ya sabes, siempre son injustas.
Empezaste como punk rocker pero terminaste en el círculo de Guns N’Roses, Motlêy Crûe, etc… ¿Lo recuerdas como un cambio deliberado o lo viviste como una evolución natural? O quién sabe, quizá la escena glam era más divertida, sin más…
Esta es una pregunta difícil de contestar. Si te hablo con la perspectiva actual, te diría que fue una evolución natural, aunque en nuestro caso todo sucedió muy deprisa. En realidad, cuando empezamos a ‘cambiar’ ni siquiera existían Guns n’Roses, así que ellos en concreto no tuvieron nada que ver. Eso sí, escuchamos muchísimo el primer disco de los Crüe, pero después de “Shout at the Devil” se pulieron demasiado. De todas formas, no me gustaba la forma de cantar de Vince Neil y, además, no habría podido cantar así aunque hubiera querido. En aquel entonces nuestras mayores influencias eran, por nombrar algunas, Hanoi Rocks, New York Dolls, T.Rex, Sweet… cualquier cosa que nos pareciera honesta y hecha con el corazón. Por encima de todo, tenía que ser música con cojones. Estamos hablando de finales del 82, principios del 83. Después me enganché a Aerosmith y los Stones, mientras los otros de la banda se metían en el blues: Lightning Hopkins, Howlin’ Wolf, y sobre todo John Lee Hooker. De ahí al soul de Memphis había sólo un pequeño paso. En cuestiones musicales éramos muy voraces; siempre buscando sonidos nuevos, artistas que fueran los típicos que te vendían desde la radio o la MTV. Todo eso dio forma a nuestro estilo. […] La única razón por la que nos acabaron metiendo en el mismo saco de las bandas que dices fue porque llevábamos el pelo largo y porque nos contrató el mismo A&R que a muchas de ellas. No hay ninguna otra razón. Quizá también por la manera de vestir, aunque eso era más bien porque la gente del resto del país no entendían que en L.A. todos vestíamos así; era una especie de mezcla entre el punk, el glam y rollo “ejército de salvación”. Mucha de esa ropa se la cogíamos prestadas a alguna novia stripper (Risas).
¿Qué me dices del título del último disco, “Use once and destroy” (“Usar una vez y destruir”)? ¿Es una metáfora de la época en la que vivimos? Ahora todo, no sólo la música, es desechable…
Vivimos en una sociedad desechable. Todo está orientado a conseguir emociones rápidas, dinero rápido, y después te deshaces de ello. Esto es aplicable a muchísimas cosas, si lo piensas: podemos empezar hablando de cosas más o menos pequeñas, como la comida rápida o los reproductores de DVD, o extrapolarlo a culturas enteras. En la contraportada del disco pusimos una foto de una de esas ‘tribus perdidas’ que han encontrado en el Amazonas; seres humanos que nunca habían visto a un hombre blanco ni tenían la más mínima noción de lo que es la civilización occidental. Los políticos dicen que les dejarán en paz para no destruir su cultura ni transmitirles enfermedades a las que no son inmunes, como pasó con los Indios Americanos. Pero la curiosidad de la gente siempre se acaba imponiendo; muchos se preguntarán si los miembros de esa tribu no tendrán quizá algunas riquezas cuyo valor ignoran, los antropólogos querrán estudiarlos, porque es algo demasiado único, demasiado raro… Antes de que nos demos cuenta, habremos terminado con su cultura. […] Nunca nos cuentan qué es de este tipo de tribus, porque probablemente todos sus miembros acaban esparcidos por ahí. Puede que hasta algunos viejos indígenas estén ahora sentados delante de su ordenador leyendo esta entrevista. […] Así que “Use once and destroy” puede significar lo que tú quieras que signifique, pero el concepto original está en esto que te he contado.
Hay trazos del punk neoyorquino en “Use once and destroy”, pero también se respira algo del espíritu de The Clash. Johnny Ramone y Joe Strummer, dos artistas que demostraron que se podía ser un gran compositor usando apenas tres o cuatro acordes…
Escribieron grandes canciones, desde luego; pero lo más importante es que nunca renunciaron a eso de lo que hablábamos antes. Siempre hicieron música con cojones. Pero en el rock, casi todas las canciones están hechas con tres o cuatro acordes; sólo las bandas progresivas se empeñan en meter el mayor número de acordes posible por canción. Obviamente, no es la cantidad de notas lo que importa, sino cómo las tocas.
Casi tiene más mérito componer un montón de buenas canciones con sólo tres cordes que hacer temas pomposos y sobreproducidos…
Es la diferencia entre escribir con el corazón o hacerlo sólo para demostrar lo ténico que eres. Respeto la técnica, pero no disfruto de esa música que parece haber sido concebida como una ecuación matemática, la que es meramente cerebral y no tiene en cuenta conceptos como el entretenimiento. Prefiero la música que te coge de las solapas, que te cuenta una historia y va al grano, con melodías que se te meten dentro y te dejan con ganas de más.
Hay quienes consideran a los Sex Pistols tan grandes como Elvis, y puede que la comparación tenga su razón de ser desde un punto de vista social, pero ¿crees que musicalmente es sensato colocar a los Pistols a la altura de Elvis, o de Cash?
La gente de mi generación, o gente más joven, no entiende realmente el impacto que los primeros rockeros, como Elvis o Johnny Cash tuvieron en la sociedad. No importa lo blandos o incluso lo pintorescos que nos puedan parecer ahora, porque lo cierto e que en su día fueron verdaderos rebeldes. Fueron los punk de su época, y no creo que ninguno de los Sex Pistols te contaran otra cosa. Elvis y compañía no sólo fueron los primeros artistas que resultaban incómodos para el sistema, también se convirtieron en paradigma de lo que molaba. Cuando esos tíos, hasta el culo de anfetaminas, saltaban al escenario con toda la chulería del mundo para enfrentarse a audiencias totalmente histéricas, despertaban los instintos más primarios de los adolescentes de entonces, los de los años 50, una época de mucha represión en todos los sentidos. Eso convertía a aquellos cantantes en peligrosos. Todo lo que vino después fue una mera secuela que te puede gustar más o menos, pero nunca serán tan importantes como aquellos pioneros.
¿Cómo crees que habría sido el segundo disco de los Pistols si hubieran llegado a grabarlo?
Creo que me habría gustado, porque al fin y al cabo eran The Professionals, Jones y Cook los que escribían todas las canciones. Ahora bien, ¿habría tenido el mismo impacto que “Nevermind the bollocks”? No lo tengo claro. Pero es posible que sí.
Malcolm McLaren ha muerto hace poco y, entre otras cosas, será recordado siempre por dar pie a “la gran estafa del rock and roll”, como solían referirse los pistols a sí mismos. ¿Cuál crees que fue (o es) la verdadera gran estafa del rock?
Bueno, lo de McLaren creo que fue como la coartada perfecta para explicar el éxito de los Pistols, porque no iba a admitir que en realidad no tenía ni idea de nada. Era mucho mejor fingir que todo formó parte de algo meticulosamente planeado. […] En cuanto a la gran estafa del rock, que es también la razón por la que hemos editado nosotros mismos el último disco, es que las compañías de discos te hacen creer que les gusta lo que haces, pero después de firmar el contrato si no consigues un disco de oro a las primeras de cambio te dan la patada sin importarles las vidas y los sueños que arruinan por el camino. En este negocio no existe la lealtad o la compasión. Nadie te da una segunda oportunidad. Si no trataran de jugárselo todo a una carta desde el principio podrían ayudar a los grupos a desarrollarse debidamente, a hacerse lo que se dice una carrera, y seguro que así habría más probabilidades de triunfar. Porque tampoco es tan complicado, lo que pasa es que en las discográficas son muy impacientes y muy vagos.
Hemos hablado mucho de música, de punk, de rock and roll, aunque tú no te limitas a componer y cantar, también escribes, y cito, “historias retorcidas de la hostia”. Todo un hombre renacentista. Pero dame un ejemplo de una de esas historias tan retorcidas…
Sí. Me encanta escribir. A veces las ideas me vienen justo antes de quedarme dormido; otras veces simplemente cogo papel y bolígrafo –soy de los que siguen escribiendo a mano- y la historia surge sin más. Si entras en mi Myspace y visitas el blog verás muchos ejemplos de esas historias. Siempre trato de que cada cosa que escribo me suponga un reto desde el punto de vista narrativo. Por ejemplo, decido que un texto no tendrá diálogos, o que todo serán diálogos. Me gusta plasmar diferentes puntos de vista y plasmar a través de ellos mis propias ideas. Odio las descripciones, ya sea en mis obras o en las de los demás. Entiendo que si no describes algo lo dejas en manos de la imaginación de los lectores, y eso siempre les llevará más lejos que cualquier párrafo que yo pueda escribir. Eso hace que el lector se sienta parte de la historia, que pueda involucrarse de una manera más profunda y más personal. Mis historias son oscuras, así que es importante que el lector se introduzca en ese mundo mío tan retorcido. Si lees uuno de mis relatos, “Mr. L”, que en el blog está con fecha 29 de septiembre de 2008, te podrás hacer una buena idea de todo esto que te estoy contando. “Unanswered Questions” y “Deposition” también pueden servir. Creo que hay buen material ahí.
¿Cuáles han sido las grandes influencias del Bobby Durango escritor? Porque eso de “historias retorcidas de la hostia” puede sonarnos a David Lynch, a Barry Gifford, Jodorowsky, Burroughs…
Por supuesto, me encantan todos eso, pero una de mis mayores influencias es James Ellroy, su manera de darle la vuelta a situaciones o hechos verídicos y colocarlos en un mundo ficticio, lo que, probablemente, los acerca más a la vida real. Bukowsky sería otro de mis referentes porque, aun con ese estilo tan crudo, leer cada relato suyo es una experiencia increíble. También me fijo mucho en Philip K. Dick, en su capacidad para entretener al tiempo que desarrolla cuestiones muy profundas.
Terminemos con una reflexión de carácter filosófico/vital. Cuando ahora miras a Axl Rose, Vince Neil o incluso Steven Tyler y ves el tipo de persona en que se han convertido –porque no parecen felices a pesar de tener toda la riqueza y la fama imaginables-, supongo que no les envidias en absoluto. Y es que parece que sólo Springsteen, Bon Jovi y unos pocos más han sabido lidiar con el exceso de fama, pero para el resto, el éxito siempre ha terminado convirtiéndose en una losa demasiado pesada…
Siempre hay que tener claro por qué haces lo que haces, y supongo que muchos de esos tíos se olvidaron de que estaban en esto para pasarlo bien, porque les gustaba. Lo primordial es que la música te haga feliz, y después viene el público. Hay que tener en cuenta ambas cosas. Si sólo tienes en cuenta una de las dos, el tema no funcionará del todo. Por supuesto, debes mantener siempre los pies en el suelo, no creerte todos los halagos y toda la coba que te den. […] Claro que me habría gustado tener más éxito, pero porque creo que hemos hecho siempre buen rock and roll y querría que más gente tuviera la oportunidad de escucharnos. En cuanto al dinero, con tal de que me dé para comer, tener dónde vivir y poder hacer un disco cada dos o tres años, ya estoy feliz. (Risas). De veras creo que Rock City Angels tenemos una honestidad, una cierta actitud que se está perdiendo, ya no sólo entre los grupos más comerciales, también entre la mayoría de las bandas underground. También pienso que cubrimos un hueco dentro del espectro del rock: no hay ninguna otra banda por ahí fuera haciendo esta mezcla de punk, rock y soul con un toque de blues. Eso me gusta.