Hasta la edición en 2003 de «The eyes of Alice Cooper» el nuevo siglo no estaba pintando nada bien para el amigo Vincent Fournier. El viejo Alice se había convertido en el paradigma de viejo rockero perdido en una era que ya no le pertenecía, facturando discos de metal industrial, efectivos pero vacíos, con la vana esperanza de encajar en una escena que no podía sino mirarle como al enésimo abuelo cebolleta del rock and roll. Pero la sorpresa esperaba a la vuelta de la esquina. El mencionado «The eyes of Alice Cooper» devolvía a los escenarios a aquel maestro del shock-rock que revolucionó la década de los 70s con pesadillas guitarreras conceptuales tales como «Love it to death» o«Welcome to my nightmare» sin las cuales, muy probablemente, no habría podido entenderse buena parte del rock duro de las tres últimas décadas. Para bien o para mal, sin Alice no habrían existido Axl Rose o Marilyn Manson.
A «The Eyes…» le sucedió un par de años desués «Dirty diamonds», con Alice ahondando en esa urgencia cuasi-garagera de sus comienzos; y por esos mismos derroteros circula este«Along Came a Spider». Con historieta de asesino en serie incluída, las nuevas canciones de Alice Cooper hablan, como siempre, de amores enfermizos, de psicosis homicida; y en esos terrenos sangrientos la inmediatez recién reuperada, los riffs abrasivos de Keri Kelli y la crudeza en la producción son, ahora como hace 35 años, las mejores vestimentas.
La segunda juventud de Alice Cooper es un hecho. Es un hecho que salvas de hard rock jaranero del calibre de «Vengeance is mine», «Catch me if you can», o «The one that got away»pueden mirar de igual a igual a cualquier hit de los muchos que ha facturado Alicia en su más que dilatada carrera, y es seguro que en muy poco tiempo serán tan coreados como aquellos «I’m eighteen», «Elected», «Billion Dollar Babies» y demás himnos de locura y perversión que le han colocado, por derecho propio, en el Olimpo del rock.