Probablemente le habría bastado a John Maybury con la irresistible fotogenia de Keira Knightley, Sienna Miller y Cillian Murphy más la impecable escenografía de la que hace gala “Al límite del amor” para facturar un drama romántico de época que, como mínimo, funcionase bien en taquilla. Por suerte, el director londinense no parece de los que se conforman con cubrir el expediente y saca petróleo de la compleja relación a tres bandas entre el poeta Dylan Thomas (Matthew Rhys), su mujer (Miller) y su primer amor (Knightley). Tenemos por delante una historia novelesca de amor a la antigua, de cartas de amor leídas voz en off y la silueta de un beso recortándose bajo la luz de una solitaria farola. Aunque no debe confundirse lo sentimental con lo sentimentaloide, lo pasional con lo ñoño, porque Maybury está muy lejos aquí de enfangarse en esos terrenos.
Sobre el tapete están Thomas, sus dos amores, y la Segunda Guerra Mundial, pero es la relación entre esas dos mujeres y en especial el devenir del personaje de Knightley lo que copa el argumento de “Al límite del amor” dejando, y quizá sea esa la única gran pega de la cinta, la figura del poeta relegada a un nada agradecido segundo plano. Thomas es retratado como un ser holgazán, caprichoso, cobarde y algo ruin, tal vez para enfatizar la fuerza de las dos féminas, que comparten un sentido de la lealtad que el objeto de sus desvelos es incapaz, por inmadurez o simple egolatría, de profesar a nadie ni a nada, excepto a su poesía. El retrato del artista tan brillante y diestro en su profesión como negado a la hora de cultivar algo de empatía puede incluso tener carácter de cliché; un cliché, no obstante, apropiado según parece en el caso de Thomas.
Es complicado desenvolverse en las arenas movedizas de la poesía, la guerra y la pasión y no resultar cargante o acabar destilando litros y litros de petulancia. Maybury lo consigue anteponiendo las necesidades de sus personajes y su relato a esa mala consejera que suele ser la vanidad del director de cine. De ahí la sensación de que nada sobra en “Al límite del amor”, de que incluso el plantel, sean o no esos nombres del agrado del espectador, está en su lugar:Miller es a todas luces una actriz mucho más carismática y versátil que la limitadísima Keira Kinightley, quien de hecho sólo da lo mejor de sí en este tipo de roles, pero ambas encajan a la perfección como en un puzzle de personalidades, se complementan, y la película se beneficia enormemente de la aparente química entre ambas, más allá de su evidente encanto fisonómico.
¿Está desfasada o demodé la propuesta de Maybury? ¿Es cine de otros tiempos? Posiblemente. Aunque la verdadera cuestión sería: ¿acaso hay otra forma (mejor) de contar lo que se cuenta en este relato de Sharman MacDonald –madre de Keira, por cierto-? Servidor opina que no. Se puede ser más o menos austero, más o menos lírico de lo que Maybury es, pero no más ‘moderno’. Para eso ya están los que se marcan versiones trendy y bastardas de “Romeo y Julieta” destinadas a un público alérgico a la literatura.