Tras liderar durante unos cuantos años Kindergarten, Guillermo Artés (aka Guillemka) se lanza al ruedo en solitario con “Apagón Analógico”, un disco que, por definición, tal ve entre en la categoría ‘de cantautor’ pero que, como el propio Guillermo remarca, no suena en absoluto a lo que todos asocian al género. Guillemka no es un tipo pegado a una guitarra acústica vomitando textos a cada cual más ñoño; fender en ristre, Artés no renuncia a la electricidad, y sus letras son de todo menos convencionales. Psicodelia, pop, rock, de Syd Barret a Lou Reed, de los detalles de orfebre musical de Brian Wilson a la solemnidad de Leonard Cohen, etiquetar a este valenciano, culo inquieto vocacional, se antoja todo un reto. Aunque en su caso, como en el de muchos otros, mejor dejar las etiquetas al margen y que sean la música y las palabras las que hablen.
Igual esto nos tocaría hacerlo a nosotros, pero… ¿cómo se definiría a sí mismo Guillemka?
Me inventé lo de “cantautor eléctrico ecléctico”. Otros lo llamarían Pop de Autor. Creo que nado en el rock, el pop, la psicodelia y el folk de todos los tiempos y lugares dándole mucha importancia a las letras, considero que lo que digo es fundamental.
Ahora saltas solo al ruedo después de haber formado parte de otras historias anteriores. ¿Cuáles son los pros y los contras de ir en solitario por esos campos de Dios?
Principalmente la forma de funcionar es diferente. Cuando tienes una banda llegas con un tema inacabado y se desarrolla en el local de ensayo. Al estar solo construyendo las canciones, han de estar más definidas anteriormente. Recuerdo que con Kindergarten muchas canciones mejoraron al arreglarlas entre todos los músicos y en otras se desvirtuó la idea original. Evidentemente controlo más todos los procesos, pero eso supone emplear mucha energía y tiempo. La ventaja es que tomo decisiones más rápido.
Uno lee ‘songwriter’ y automáticamente piensa en Dylan, Cohen, Neil Young, Springsteen… Leemos ‘cantautor’ y nos viene a la cabeza la voz de Victoria Prego rememorando alguna hazaña ajena de la Transición. Vaya handicap tenemos en este país, ¿no?
El término exacto es singer-songwriter, o sea, alguien que escribe y canta sus propias canciones. Esto también lo hacen las bandas, pero se considera que si estás solo y hay pocos instrumentos eres un cantautor. A mí lo que me fastidia es que se asocie con un tío tocando la guitarra acústica y cantando determinadas cosas. Yo uso la eléctrica y opino que mis letras están alejadas de la temática de lo que se considera cantautor en este país. Yo hago rock o pop al fin y al cabo.
“Apagón analógico” es el título de tu debut. ¿Lo has llamado así desde la nostalgia por los tiempos pasados que no volverán o eres de los que sólo mira hacia delante?
Ahora lo hubiera llamado “El fin justifica tus medias”, un verso de “Caiga la lluvia”, una de las canciones del disco. “Apagón Analógico” es el título del tema instrumental y no me refiero sólo a la televisión, sino a otros medios como el teléfono, que también han cambiado. Además, el último álbum de Kindergaten se llamó “Digital y Analógico”, actúa también como un guiño al pasado. La foto de las cabinas solitarias de la portada la hice en Tallín (Estonia), en un barrio con aspecto feo y soviético.
Le has dedicado un precioso tema a Syd Barrett, ‘El día que Syd Barrett murió’, y es la de Syd una historia tristemente recurrente: tipos geniales con unos problemas personales o psicológicos tremendos. Ahora bien, en gente como él o Brian Wilson, ¿se puede disociar el genio de la psicopatología? En otras palabras, ¿la locura forma parte de su obra como artista?
Creo que es circunstancial. Es peligroso pensar que el talento vaya asociado a determinadas patologías mentales o a los excesos personales. Si Jim Morrison, Jimi Hendrix o Kurt Cobain hubieran sido más moderados, tendríamos un puñado más de buenas canciones, o igual no. Está claro que la leyenda de Syd Barrett se forma a partir del momento que se ve obligado a Pink Floyd y graba los dos discos en solitario, tan especiales, con temas geniales y otros no tanto. Sin embargo, el primer disco de Pink Floyd es un gran disco de pop psicodélico y es anterior a su desvarío mental. Hay un documental interesante sobre el tema titulado “The Pink Floyd & Syd Barrett story”.
Pink Floyd, paradigma de grupo con seguidores muy fundamentalistas, como los de U2 o el Boss. Sin embargo los muy fans de Pink Floyd tienden a obviar el disco de Barrett. ¿Entiendes esa postura?
No, aunque creo que ya habrá cambiado. Ahora no se establecen tantas fronteras. Cuando era más joven, en mi círculo musical era obligatorio que no te gustaran los grupos de “rock sinfónico”, cuando evidentemente King Crimson o los Pink Floyd post-Barrett tienen grandes temas. ¿En que cajón hubieran colocado hace años a un grupo actual como Animal Collective?
Volviendo a “Apagón analógico”, ¿lo grabaste de un tirón o fuiste montando cosas aquí y allá?
El disco se grabó a lo largo de tres años. Algunos temas los hice prácticamente solo y en otros con un formato de banda. Aún así, el disco tiene sentido y es coherente, sobre todo después de haber regrabado y mezclado algunas de las canciones para el master final.
Hemos dicho que Guillemka es tu proyecto en solitario, pero en realidad te haces acompañar de otros músicos en directo. El miedo escénico siempre sabe mejor si es compartido, ¿no?
Actúo solo, en dúo y en trío, dependiendo de las circunstancias. He de reconocer que en mi primera actuación en solitario me temblaban las manos, solo ante el peligro. He aprendido mucho y la gente dice que tengo muchas tablas. Evidentemente, compartir escenario con otros músicos es preferible, aunque ya no imprescindible en mi caso.
¿Y de mayor qué quieres ser? ¿Un budista reconvertido como Cohen o hacer discos de navidad como Dylan?
Como Cohen pero con mi mujer (en la que puedo confiar), dedicando parte del tiempo a jugar con mis nietos. De momento, tengo una hija y ya he estado dos veces en la India, un país increíble.