soy-curiosa«!Compren! ¡Compren nuestra película! Cómprenla en amarillo o cómprenla en azul. La misma película en dos colores diferentes…». Eslóganes publicitarios al margen, «Soy curiosa (amarillo)» «Soy curiosa (azul)» , lanzadas en años consecutivos, no se entienden la una sin la otra. Azul rellena los huecos de Amarillo y viceversa.

Documental y ficción se fusionan en este modernísimo y combativo experimento que lidia con toda suerte de cuestiones sociales y políticas, pero también con las heridas del alma. Desde la claves del socialismo sueco o la necesidad de separar Iglesia y Estado, hasta la lucha por igualdad de la mujer, pasando por juicios éticos acerca de lo poco apropiado de esa costumbre nórdica de ir a veranear a un país como España, aplastado por la dictadura. En efecto, nuestro Caudillo tiene un inusual protagonismo en «Soy curiosa» , e incluso se lleva, literalmente, un par de puñaladas en los ojos. De dar buena cuenta de todo lo anterior se ocupa esa réplica vikinga de Brigitte Bardot deliciosamente rolliza llamada Lena Nyman . La curiosa es ella, claro. Todo lo pregunta, todo lo discute. Cree en Martin Luther King, en la paz y en el sexo libre, aunque a la hora de la verdad los celos, celos son.

Si «Soy curiosa» se nos aparece hoy en día como tremendamente transgresora y libertaria, no nos resulta difícil entender que hace 40 años supusiera un escándalo de dimensiones bíblicas. Eso entre los modernos hijos de Odín, porque ni hablar de estrenar semejante pedazo de herejía en ningún otro punto habitado del sistema solar. Fue algo tan avanzado a su tiempo que, aún en este siglo XXI, sigue manteniendo intacta toda su carga utópica y su influencia (que le pregunten si no a Von Trier y a sus «dogmáticos» compinches). Un manifiesto que es casi un ensayo filosófico, auque más por las cuestiones que lanza al vacío sobre el modelo de sociedad moderna que por la luz que arroja al respecto de esos interrogantes. En cualquier caso todo en la(s) cinta(s) de Sjöman continúa estando de absoluta actualidad, quizá porque los amigos suecos les llevan 50 años de ventaja al resto de sus vecinos occidentales en cuanto a valores e idearios. Hasta la interminable colección de gafas que luce la señorita Nyman a lo largo y ancho de la proyección vuelve a estar de moda por obra y gracia de las corrientes retro que copan los panfletos de tendencias.

Pocas veces se ha retratado (y atacado) al sistema de manera más lúcida e incisiva desde una pantalla de cine. Libre en su contenido y más libre aún en sus formas. Un soplo de aire fresco llegado directamente desde los locos años 60.