Lo que el novato Olatunde Osunsanmi propone en “La Cuarta Fase”, más que cine, es una versión corregida y aumentada –más presupuesto, más efectismo-, de esos programas de televisión que reconstruyen y dramatizan crímenes reales en los canales sensacionalistas americanos. Aquí, en lugar de un crimen, se le sigue la pista a la supuesta desaparición de una niña en Alaska cuya madre, psicóloga de profesión, afirma que la pequeña ha sido víctima de una abducción extraterrestre junto con otras personas de la zona.
La mayoría de las secuencias de “La cuarta fase” son recreaciones de grabaciones -de nuevo, ‘supuestamente’, y perdonen el lydialozanismo- reales de audio o vídeo, aunque Osunsanmi introduce algunas de las ‘originales’ para dar más credibilidad al asunto. Es por ello que este realizador afroamericano no parece sentir gran necesidad de darle una mínima profundidad a sus personajes. Lo deja todo en manos de un montaje ‘de impacto’ y trata de aturdir al espectador usando su cámara como el niño que ha descubierto un juguetito nuevo: no la deja quieta el amigo Olatunde, se atiborra de planos aéreos, y demás fanfarronadas. No hay duda de que el resultado es subyugante hasta cierto punto, como cualquier producto que apela a las emociones más básicas. En cuanto a la veracidad de los hechos reflejados aquí, que cada cual ate cabos. En cualquier caso, sea todo una gran tomadura de pelo, o un relato de unas situaciones bastante dramáticas, queda claro que Osunsanmi sólo está interesado en medrar allá en Tinseltown. Caiga quien caiga. Engañando a la bancada o utilizando a personas destruidas física y moralmente como conejillos de indias. ¿Qué más da? Todo por el éxito, como decía Gus Van Sant.