Warwick vuelve la vista hacia sus raíces con “Belfast Confetti”, y no sólo a esas que le formaron como músico durante su breve estancia en los New Model Army de Justin Sullivan, sino también a su imaginario personal, a su infancia, a Irlanda y los aires celtas. La furia de The Almighty queda a un lado mientras se gesta la enésima reunión con sus compañeros de armas, y Ricky empuña la guitarra acústica para su disco más personal e íntimo, que tal vez descoloque a los seguidores más fundamentalistas de esta referencia viva del hard rock británico, pero que deja tras de sí un estela de honestidad y buenas canciones que, por ejemplo, se echaba muchísimo de menos en el ‘supergrupo’ Circus Diablo que urdió junto a Billy Duffy hace un par de años.
La mayoría del material en “Belfast Confetti” se sostiene por sí solo con la única presencia de la voz arenosa de Warwick y su guitarra. Temas ideales para desgranar a medianoche junto a la hoguera y un puñado de amigos, como “Born Fightin’” o “Throwin’ Dirt” con Warwick sonando a la versión bastarda y confesional de Steve Earle. También al Earle en la faceta más peleona y bluesy de éste, remiten “Hanks Blues” y la inicial “Can’t wait for tomorrow”; mientras los aires de taberna irlandesa llegan de la mano de “The Arms of Belfast Town”. “Punchin’ Tiger” por su parte habría encajado en el primer cancionero de los New Model Army.
Regreso a lo básico, como decía y, en general, una prueba de fuego como songwriter superada para Warwick, que sólo flojea con alguna que otra balada demasiado estereotípica, caso “Angel of Guile” o “If you’re gonna bleed” y su deje al Springsteen menos inspirado de los 80s. Por lo demás, un trabajo que nace desde el corazón y que, como tal, acaba derribando cualquier reticencia de aquellos que esperen que Ricky se ciña siempre a su papel de rocker pendenciero.