Al gran –y nunca suficientemente ponderado- Miguel Rellán no le hace falta recurrir en “Animales de compañía” a parientes de alquiler como los de José Luis Galiardo en el debut, aún no superado, de Fernando León de Aranoa, “Familia”, para tener una fiesta de cumpleaños bien animada. No, el personaje que encarna Rellán en esta cinta de Nicolás Muñoz tiene el enemigo en casa en forma de mujer y tres hijos que, entre reproche y reproche, entre trifulca y trifulca, convierten la mesa del festín en territorio hostil de cuchillos cruzados.
Aunque en el paroxismo de esta “celebración” a la española el caos se instala en la pantalla, en ningún momento pierde Muñoz las riendas de su película y logra rematar como una comedia afilada e inteligente lo que podría haber terminado en un despendole de padre y muy señor mío. Lo logra Muñoz dejando claro, al tiempo que sus personajes se enzarzan en discusiones varias y se lanzan comentarios de una mala uva descomunal –glorioso ese pedante hipocondríaco que interpreta Nancho Novo-, que en esta familia son todos, en el fondo, una panda de infelices que cargan, cada uno a su manera, con cruces muy pesadas.
A Nicolás se le puede reprochar que navegue casi permanentemente en el estereotipo o que incluso se despache con un par de tópicos de los gordos en el discurso de alguno de sus comensales, pero el cómputo final de este monumento al mal rollo consanguíneo narrado casi en tiempo real, con estructura eminentemente teatral y un trabajo actoral de primerísimo nivel supera con creces el aprobado. “Animales de compañía” no es perfecta, pero su ritmo, su fluidez, lo incisivo de muchos de sus diálogos, acaban por imponerse a los deslices.