Su “Out here all night” fue una de las grandes sorpresas de 2006. Un trabajo de fuerte vocación pop en sus melodías, interpretadas a placer por la dulce y potente voz de Noelle Leblanc, pero repleto de bases rockeras. Aquel disco les procuró cierta repercusión, aunque no toda la que merecía semejante colección de hits potenciales. Ahora, tres años después, «tiran los dados» y vuelven a probar suerte con un álbum que incide en la personalidad de la banda: cuidan con mimo el aspecto melódico y Noelle continúa desgranando sus textos de desamor e insatisfacción. Tal vez hayan pisado el pedal de los decibelios en algunos momentos, como en ese trallazo cuasi heavy metal que es “Dressed up like a millionaire” o en la canónica versión del universal “You Could Be Mine” de Guns N’Roses (ya habían versioneado anteriormente y con buenos resultados el “Wasted Years” de Iron Maiden), pero la sensación general es la de un continuismo bien entendido de la fórmula que tan bien les funcionó, al menos a nivel artístico, en su disco anterior. Es precisamente cuando rompen de alguna manera con su identidad, cediendo Noelle el protagonismo vocal a sus compañeros en «Talk of the town» y «Don’t miss it», cuando “Roll the dice” se resiente y la frescura muta en ordinaria rutina. Esos dos cortes, que llegan de una tacada hacia el meridiano del disco, suponen una suerte de coitus interruptus poco entendible.Damone no es Noelle Leblanc, pero Noelle Leblanc es el alma de Damone, y el alma nunca es algo prescindible.
Si “Out here all night” no les catapultó a lo más alto del Billboard se antoja complicado que su hermano pequeño sea capaz de hacerlo. Pero eso no debería quitarles el sueño a los de Massachussets, siempre que, como han demostrado, sigan fieles a sus principios. Los reconocimientos acabarán por llegar, de una forma u otra.