enrique-rubio-mainEste murciano recién entrado en la treintena, psicólogo diplomado, decidió un buen día coger el toro por los cuernos y aplicar a la literatura –a su literatura- todas esas herramientas que no sólo han inundado las vidas del ciudadano moderno, sino que se han convertido en parte cuasi indispensable de ellas. En “Tengo una pistola”, la primera novela de Enrique Rubio, su protagonista vive por y para internet, o más bien dentro de la red de redes, alejado de eso que llaman el ‘mundo real’. Tirando del neo lenguaje, de los e-mails, los chats y demás, Rubio ha construido una ficción nada ficticia de ritmo endemoniado y alto poder adictivo en la que no son extrañas las reminiscencias implícitas o explícitas de universos paralelos al suyo, como los de Palahniuk o los de los hermanosWachowsky. Tal vez por deformación profesional, Enrique se muestra como un agudo y ácido analista de la psique humana en general y su desenvoltura en este siglo XXI en particular. Hay quien, con mucho acierto, ya le llama el novelista 2.0.

El protagonista de tu novela es un (auto)marginado social que vive por y para el mundo virtual de internet. ¿Lo suyo es una decisión o una patología?

Creo que ambas cosas. Hay decisiones que son patológicas. Dónde empieza lo patológico y acaba la libertad individual es algo difuso sin una respuesta categórica. Hay quienes opinan que todo está determinado por los genes y el ambiente y no decidimos nada. Tal vez lo que pase a continuación en la novela sí sea una toma de conciencia y una decisión frente a los genes y el ambiente.

¿Hasta qué punto podemos seguir considerando internet como algo ‘virtual’ si lo cierto es que parte de nuestras vidas ahora transcurre online?

Me gusta esa pregunta, pues para mí es igual de virtual lo que experimentamos como «realidad». En cualquier caso, se suele menospreciar lo virtual en favor de lo supuestamente real. A mí no me importaría vivir en una Matrix que fuera exacta a la «realidad», pues sé que la «realidad» también es igualmente falsa. Lo único importante es lo que experimentas, si es agradable o no. Prefiero un paraíso virtual a un infierno «real». Parece como si los videojuegos e internet fueran el nacimiento de lo que llaman «virtual», cuando el hombre lleva haciendo representaciones y copias desde que es hombre. La pintura es virtual, la televisión y el cine son virtuales. Y la literatura, en última instancia, es lo más virtual que ha parido madre. Es una alucinación total, más que virtual.

En uno de los dossiers que hablan de “Tengo una pistola” se alude a los hikikomori, esos jóvenes japoneses que un buen día deciden encerrarse en su habitación con sus vídeoconsolas y sus cómics para no volver a salir. ¿Has estudiado bien ese fenómeno? ¿Qué les da tanto miedo del mundo exterior?

Me he basado más en mi timidez y en mi lado asocial que en el estudio de los hikikomoris. Creo que Cascaradenuez sería algo diferente, ya que es occidental, aunque supongo que en esencia compartan lo fundamental: miedo al otro. El ser humano vive en una jungla. La vida es guerra. Es normal que haya gente que renuncie a ella, que no le guste la violencia que hay al traspasar el umbral de la puerta de tu casa. Soy muy pesimista con la sociedad, con el lado supuestamente social del ser humano. Una sonrisa en la boca y un cuchillo escondido en la mano. Creo que en el conflicto que se produce en el cerebro humano entre cooperación con los otros y depredación, siempre gana y ganará la depredación.

Un mal bastante extendido en la literatura actual es el escribir con la adaptación cinematográfica en mente. Escribir guiones de cine disfrazados de novela. ¿Tenías en mente el cine cuando desarrollabas “Tengo una pistola”?

En absoluto. Cuando escribes una novela sin saber siquiera si te la van a publicar, en lo último que piensas es en que se haga una película. En caso contrario, preferiría haber hecho un guión directamente. Además, veo muy difícil una película sobre esta novela, por no decir imposible. La mayor parte de la historia ocurre dentro de la cabeza del protagonista y en Internet. Hay muy poca acción visible, es muy psicológica. Sería todo un reto para un director. Por otro lado, prefiero que no se haga nada antes que se haga algo superficial que no tenga nada que ver con el libro. La literatura debe reclamar su independencia, aunque se relacione con el cine o haya libros que se adapten, pero veo muy positivo que haya libros imposibles de adaptar, pues es entonces cuando la literatura se hace imprescindible y cobra todo su sentido.

Por cierto, ¿qué es eso de ‘novela 2.0’?

Un término de Lorenzo Silva para etiquetar a “Tengo Una Pistola”. Cualquier etiqueta es injusta, pero son necesarias y no me molestan. No hay nada más humano que categorizar. La novela será mejor o peor, pero está claro que es muy atípica y que es de las pocas, si no la única, por lo menos en España, que tratan como protagonistas a las nuevas tecnologías. Si Lorenzo Silva la ha llamado así será por algo. Lorenzo es una persona muy sensata, nada efectista y que ha leído mucho más que yo.

¿Y cuál es tu modus operandi? ¿Funcionas a fogonazos o eres de los que se toma la escritura como un trabajo en el que hay que perseverar?

Fogonazos. No lo tengo como un trabajo con horario. Soy de apasionamientos, de momentos intensos, no de constancia, aunque me vendría bien un equilibrio entre ambos.

¿Es posible ser innovador en literatura a estas alturas de la película?

Totalmente, creo que sí, pero creo que la innovación vendrá de gente que no surja del mundo literario, sino de otros ámbitos, como la ciencia, por ejemplo. Creo que la literatura, en España sobretodo, está muy encorsetada, es autorreferencial, se repiten muchos marcos históricos como la Guerra Civil, exprimida hasta decir basta, pero hay una inmensidad de posibilidades, de contextos y de perspectivas inexploradas. Tampoco creo que “Tengo Una Pistola” sea ninguna revolución, no ha inventado nada, pero lo poco que se ha desviado es suficiente para que salte a la vista y le pongan una etiqueta nueva, pues veo la literatura española agotada, cansada de hablar de sí misma y de no mirar hacia fuera.

En cualquier caso, escandalizar, parece que se puede escandalizar con los mismos argumentos que hace 100 o 200 años. Ahí tenemos el cisma que ha organizado Saramago con “Caín”…

Se puede escandalizar haciendo uso de temas clásicos, como Dios o la Biblia, pero es lo que te decía antes, está bien que se hable de nuevo de la Biblia y de Dios, de la guerra civil, pero hay mucha gente atea a la que se la suda la Biblia y también gente harta del empacho de la guerra civil y está esperando marcos nuevos. La memoria histórica está bien, deberían esforzarse en enseñarla bien en los colegios e institutos, pero un empacho en las novelas hace que los jóvenes rehuyan de la literatura y de la historia. Por otra parte, la gente joven está desligada casi completamente de la religión, sobretodo del cristianismo. El libro de Saramago escandalizará a las abuelitas, pero hay otro sector de la población que está esperando a que le toquen las narices en temas laicos, psicológicos, culturales, que cuestionen sus creencias las cuales ya no son religiosas. Debe haber un espacio en la literatura para escandalizar y traquetear nuestras preconcepciones sobre todas las cosas. Hay creencias tan o más chungas, sensibles e incuestionables como las religiosas. Hay que indagar y pincharlas con una aguja. Por lo menos es una de las cosas que me motivan para escribir.

Volviendo con “Tengo una pistola” y su personaje principal. Tú eres Diplomado en Psicología, ¿te has encontrado con muchos Cáscaradenuez?

Tengo un amigo que era una versión light de Cascaradenuez hace nada, aunque ahora tiene trabajo, coche y novia. También trabajé un año con jóvenes con fobia social, pero no he conocido a nadie tan extremo como Cascaradenuez. En Japón sí son una plaga. Me gustaría mucho que el libro pudiera llegar allí algún día y ver qué pasa. Sería interesante. Creo que allí este tema calaría mucho más hondo que aquí.

¿Dirías que se puede ser razonablemente feliz llevando una existencia como la de Cáscaradenuez?

Si nos pudiéramos sacar a Generatriz (programa genético) de las entrañas, tal vez sí, pero la felicidad está supeditada a satisfacer los instintos genéticos. Necesitamos contacto físico, sexo, afecto…para ser completamente felices. Pero también te digo otra cosa: creo que algunas personas, utilizando su conciencia, pueden llegar a ser felices viviendo como Cascaradenuez. Hay ascetas aislados que se corren de gusto simplemente respirando y pensando en el vacío. Por lo tanto, porqué no va a haber personas felices con sus videojuegos, sus películas y su música sin salir a la calle. La mente tiene un potencial bestial para ser feliz hasta encima de una piedra, sintiendo el viento o viendo un paisaje, incluso alguien en una celda podría ser feliz si se lo propusiera, pero si me preguntas por la inercia y por lo que es más probable en el ser humano, te contesto que ningún ciudadano corriente y moliente, de los que te cruzas por la calle, podría ser feliz viviendo como Cascaradenuez. Yo tampoco. Estamos programados para relacionarnos, para tocarnos, para reproducirnos y para competir con los demás.

Tal vez no puedas responder esta pregunta sin desmontar la trama de la novela, pero… ¿para qué quiere la pistola tu protagonista?

Para poder salir del juego «realidad» programado por Generatriz en cuanto quiera, sólo con un clic.

¿Y qué música escucha la criatura? 
Pues en el libro escucha los siguientes grupos: Tool, Alice in Chains, Pearl Jam, Rage Against The Machine, Envy, Screaming Trees, Soundgarden, Nina Simone, Janis Joplin, Jeff Buckley, Django Reinhardt, Chet Baker, Stacey Kent, Lambchop… Así que le va desde el rock de los 90, el hardcore emocional o el blues y el jazz antiguos.