A imagen y semejanza de productos como “Love Actually”, Fausto Brizzi fabrica una comedia romántica y coral, tremendamente efectiva por su ritmo galopante y sus diálogos ágiles pero que, como es habitual en el género –más aún en una cinta con tantos personajes- prescinde de sutilezas y va directa al tuétano del cliché. Ni siquiera se puede hablar de una “Love Actually” a la italiana porque, al igual que aquella, también “Ex” calca maneras hollywoodienses, o incluso de las sit-com televisivas. Al final, lo único idiosincrásico que le queda a la película de Brizzi de su procedencia transalpina es el tono escandaloso y el interminable desfile de rotundas bellezas femeninas. Quizá el “europeísmo” esté presente también a la hora de rebajar los niveles de ñoñería, bastante menos tóxicos que en los artefactos engendrados para mayor gloria de las Meg Ryan y Sandra Bullock de turno. Aquí se sueltan tacos y las mujeres no salen de la ducha con el sujetador puesto; pequeños pero significativos guiños a la naturalidad que siempre son de agradecer.
Todo en “Ex” y su media docena de parejas en estado crítico –o casi- sucede tan rápido que uno llega a abstraerse de los tópicos que la cimientan y la predictibilidad que traen consigo. Antes de que podamos reaccionar o terminar de discernir quién es quién en esta maraña de tortolitos, todos estarán besándose y celebrando lo bonito que es el amor al son de alguna canción ideal para bailar agarraos.
Lo de Brizzi es humor blanco, sí, y su cinta no pasará a la historia como ejemplo de nada, aunque al menos no deja la sensación de haber sido concebida para un público formado por retrasados y/o adolescentes de barrio bien. Afortunadamente, parece que el cine a este lado del charco todavía tiene en cuenta a los adultos.