El-primer-día-del-resto-de-tu-vidaEl novato Rémi Bezançon es la prueba viviente de que urdir un buen guión no es cosa del pasado y que, por supuesto, no es necesario divagar sobre mundos futuros ni paradojas espacio-temporales para hacer alarde de brillantez. Su “El primer día del resto de tu vida” es la historia de una familia corriente, matrimonio y tres hijos, a lo largo de dos décadas mediante la cual Bezançon desgrana cuantas glorias y miserias puede atravesar cualquier núcleo familiar al uso, siempre mimando los detalles, dando especial relieve a los pequeños giros del destino. Inhalar, por ejemplo, el aire de un globo inflado por el ser querido (ahora muerto) puede ser algo baladí, puede pasar incluso desapercibido, pero secuencias por el estilo dan cuenta de cómo el director francés ha planificado hasta el último fotograma. Todo tiene un porqué en “El primer día del resto de tu vida”.

El de Bezançon es un retrato certero de la familia media aun sin ser necesariamente realista, porque la grandeza se aloja en los cimientos anímicos de la cinta: puede ser sardónico o desgarrado, ridículo o trascendente. Entre sus personajes el amor y el odio son naturalmente permutables entre las dudas pre y post adolescentes de unos o la crisis de la mediana edad de los otros. Nadie se sitúa aquí a un sólo lado de lo correcto o lo incorrecto. Como la vida misma, claro; pero son muchos los que fotografían con más o menos suerte las vidas ajenas y sólo algunos consiguen derribar nuestras defensas emocionales como lo ha hecho este tipo de treinta y tantos años. Los cuatro minutos finales de la cinta, al son del “A perfect day”de Lou Reed, son de lo más desarmante que hemos visto esta temporada, aunque se quedarían en nada si durante la hora y media anterior Rémi y su elenco no nos hubieran acribillado con su artillería de risas, lágrimas y (también) algún que otro ceño fruncido. El cine francés no pierde comba. ¡Qué envidia!