La experiencia en televisión, como guionista y directora, le ha servido a Daniela Féjerman para ganar enteros con respecto a trabajos anteriores, “Semen, una historia de amor” o “A mi madre le gustan las mujeres”, comedias deficientes entregadas al chascarrillo feminista. En “Siete minutos” incide en su tendencia a hacer películas por y para ellas, mujeres entre los 30 y los 40 enredadas en crisis sentimentales que, en el fondo, sólo buscan un alma gemela. Sin embargo, ahora Féjerman se destapa como una escritora más capaz, que conoce y define aceptablemente los personajes que recrea y afina mejor a la hora de presentar situaciones que, aunque cómicas, no dejan de ser reflejo de unas realidades.
La coartada argumental en “Siete minutos” son las reuniones o macrocitas a ciegas orquestadas por las grandes celestinas del siglo XXI: los portales de ligue de internet. A partir de una de esas ‘quedadas’ Féjerman les sigue la pista a tres mujeres, una soltera en busca del último tren hacia la maternidad, una casada reprimida y una neurótica de libro. Más que trazar perfiles psicológicos, Féjerman desgrana un muestrario de estereotipos y clichés –sus tres protagonistas bien podrían ser las tres caras de una misma mujer o de mil mujeres diferentes- aunque es lógico que eche mano de los tópicos para sacarle la miga cómica a unas vidas, en principio, nada divertidas. En cualquier caso, las tres actrices reunidas por Féjerman para la ocasión, Toni Acosta, Marta Etura y Pilar Castro, se encargan de insuflarle el alma necesaria a esos personajes que, en manos menos diestras, resultarían quizá algo acartonados.
Le queda un buen trecho por recorrer a la realizadora argentina hasta librarse de las fisuras que aún presenta su cine, pero ya tiene su primer aprobado en el género más difícil de todos: la comedia, donde es tan fácil pasarse como no llegar. A Féjerman, como a la orquesta a la que pertenece una de sus Tres Gracias en “Siete minutos”, sólo le falta algo de afinación y un poco más de equilibrio. Roma no se hizo en un día.