La película con la que Dakota Fanning ha dado el salto de la niñez a la adolescencia es un drama sentimentaloide y sensiblero en la mejor tradición de “Tomates verdes fritos”, “El color púrpura” o cualquier otro producto que ponga de relieve la incapacidad de Hollywood para contar historias de y para mujeres sin inyectarnos en vena una sobredosis de ñoñería. En “La vida secreta de las abejas”, ambientada en la década de los 60 en el sur de los Estados Unidos, hay un durísimo incidente de fondo: la chica que interpreta Fanning mató a su madre por accidente cuando era sólo una niña pequeña; hay también el componente racial (o racista) de los días de la Declaración de Derechos del 64; hay material de sobra, pues,para no caer en obviedades y, sin embargo, todo se acaba perdiendo en un folletín pro-cristiano. Porque en la cinta de Gina Prince-Bythewood cada conversación es el sermón de la montaña, las mujeres negras que la protagonizan hablan todas ellas como Martin Luther King y esa cría de 14 años es una suerte de mística sureña y superdotada. Nada ni remotamente realista, pero efectiva como la foto de un cachorro de oso panda si de lo que se trata es de ablandar los corazones predispuestos. Bythewood se ha cuidado muy mucho de que todo en su película tenga ese toque ‘bonito’, y su comuna de damas afroamericanas más dulce huerfanita suponen un falsario oasis buenrrollista dentro del huracán intransigente y reaccionario que azotaba el sur americano en la época. Escenario ese, el sureño, que por otra parte sale beneficiado del afán de la directora por no manchar con nada ‘feo’ el objetivo de su cámara. Lo idílico de esos parajes es tan impostado como todo lo demás en “La vida secreta de las abejas”.
En cuanto a la curiosidad lógica y cuasi morbosa por averiguar si la geniecillo Dakota Fanning pierde o no desparpajo a medida que cumple años, la respuesta es que, si nada se tuerce, si nada la tuerce, Fanning va a ser una de las grandes a no mucho tardar. Pero ojalá que no sea exclusivamente al servicio de producciones como esta que ponga su infinito talento. Sería un tremendo desperdicio.