Me-ha-caído-el-muerto«Los buenos artistas copian. Los grandes artistas roban». Una boutade como otra cualquiera del insigne Picasso que, de ser cierta, parapetaría a David Koepp y su co-guionista en “Me ha caído el muerto” (chabacano título español de “Ghost Town”, para no perder la costumbre) hacia el Olimpo de los más dotados. Y es que robar han robado lo suyo para componer esta comedia amorosa con fantasma interpuesto que, no hay duda, asegura carcajadas para todos. Un poco de “Ghost”, algo de “El sexto sentido”, guiños a “El Cielo puede esperar”, la misantropía del Nicholson de “Mejor imposible”, más el delirante y flemático humor que aporta el actor inglés Ricky Gervais (“The Office”), convierten a “Me ha caído el muerto” una de las mejores comedias americanas de la temporada, coronada, además, por un par de candelarias gringas (Greg Kinnear y Téa Leoni), bien curtidas en el arte del sarcasmo y los diálogos vertiginosos. Todo ello en el marco urbanita y moderno que ofrece Manhattan a las aventuras y desventuras de ese Bertram Pincus (el propio Gervais): buen dentista, no tan buena persona; un sujeto que aborrece el contacto humano y que, de la noche a la mañana, vé cómo todas las ánimas en pena de Nueva York y alrededores acuden a él para que solvente sus asuntos pendientes en el mundo de los vivos.

No le haría mal a Woody Allen darle un repaso a la cinta deKoepp para recordar cómo era aquello de hacer reír a la bancada utilizando la misma fórmula de siempre, convenientemente remozada y actualizada para cada ocasión. En “Me ha caído el muerto” no se introduce el más mínimo concepto que no hubiese sido utilizado antes en docenas de películas (las nombradas en al párrafo anterior y unas cuantas más). Koepp se limita a poner sobre el tapete el material que funciona, las situaciones alocadas, los malentendidos, los juegos de palabras… el abecé de la comedia yanqui de ayer, de hoy y de siempre. Para Woody todo esto debería ser coser y cantar, al fin y al cabo él es referencia inevitable en todo lo que tenga que ver con humor y gran ciudad. Pero ya se sabe, los caminos de la inspiración son intrincados y escurridizos. A la espera de que el pequeño judío de Brooklyn resurja de sus cenizas una vez más, trabajos como el de David Koepp y personajes como el encarnado por Ricky Gervais, son muy dignos aperitivos.