Freud-pasión-secreta¿Hasta qué punto estaba dispuesto el público americano de principios de los 60s a entregarse a la recreación de la vida y la obra de un tipo que, entre otras cosas, había afirmado que todo niño desea matar al padre y ser el amante de su madre? No, la pacata sociedad americana de la época no estaba preparada para algo así, y aunque John Huston y el guionista Charlie Kaufman hicieron auténticos juegos malabares para que el montante sexual de las teorías de Freud pasaran casi de tapadillo por la pantalla, aquel proyecto estaba condenado al fracaso desde el instante mismo de su gestación. Y fracasó, claro. La Universal perdió unos cuantos dólares, la carrera de Monty Clift bajó un peldaño más en su descenso a los infiernos, y el gran público se quedaba sin disfrutar de un brillante y absorbente acercamiento fílmico al padre del psicoanálisis.

Antes que enredarse en un intensivo y, seguramente, aburrido glosario del periplo vital de Sigmun Freud, «Pasión secreta» se decanta por retratar algunos de los acontecimientos más relevantes en la vida del médico austríaco, concretamente aquellos que dieron pie al nacimiento de algunas de sus teorías; aquellas que, a la postre, y tras vencer las reticencias conservadoras de siempre, revolucionarían el estudio de la psique humana. Hustondesgrana esas revelaciones dándoles un cierto barniz intrigante. Hay mucho de misterioso en las historias de las pacientes deFreud, en cómo él desmaraña el ovillo de su subconsciente para dar con el origen de traumas y temores irracionales. Como si de un Sherlock Holmes de lo onírico se tratase el Freud de John Hustonbusca, indaga, deduce… En resumen, mantiene al espectador asido a la butaca presa de la inquietud y la angustia al tiempo que se despacha con un cursillo express en psicoanálisis. Además, asistimos a una nueva lección actoral del siempre torturadoMontgomery Clift. Cuando sus neurosis y sus fantasmas personales ya le habían marcado como persona non grata en Hollywood, Huston confió en él. No se equivocó. A pesar de que la vida de Clift extramuros del set de rodaje era una verdadera catástrofe, Monty se crecía ante la cámara, y a buen seguro tiró de sus propios demonios para construir los pasajes más oscuros de la vida de Mr. Freud.

HustonKaufman y Clift, tres visionarios empeñados en regalarle margaritas a los cerdos y estrellándose -probablemente a sabiendas- contra la taquilla. Los genios son así.