Aquel personaje de Gene Hackman en “La noche se mueve” que asertaba que ver una película de Eric Rohmer era como contemplar una planta crecer habría disfrutado de lo lindo con la última entrega fílmica de la actriz y directora Agnès Jaoui en la que peca de esa autoindulgencia que a menudo se instala en el cine galo. Jaoui presenta de una manera más bien vaga una serie de personajes, dos ‘hermanas enfadadas’, y una pareja de directores de documentales de tercera división que tratan de rodar una película sobre una de ellas, feminista radical involucrada en política para más señas. A partir de esa exigua conexión desarrolla Jaoui una cinta que navega en la tibieza, coqueteando con el drama familiar sin ser tal cosa y cuyos trazos de comedia se difuminan entre la indiferencia general. Se introducen cuestiones como el feminismo o el racismo pero, de nuevo, muy fugazmente y siempre a remolque de una narración demasiado plana. Aunque no es tan grave la ausencia de pulso narrativo en “Háblame de la lluvia” como el hecho de que apenas llena Jaoui ese vacío con diálogos de enjundia ni un lenguaje visual digno de análisis.
La planta de la que hablaba Hackman, en el caso del nuevo trabajo de Agnès Jauoi, no sólo no crece sino que tampoco da frutos con sustancia ni de ella germinan flores especialmente bellas. Lo mejor de “Háblame de la lluvia”, es la desenvoltura de Agnès ante la cámara, su talento como actriz. Su presencia, como la de Jean-Pierre Bacri -su marido en la vida real-, tiene toda la fuerza y el punch que le faltan a su película.