Aritmética-emocionalEl semidesconocido Paolo Barzman reúne a lo mejor de cada casa (SarandonByrnePlummerVon Sydow) para adaptar la novela homónima de Matt Cohen, un triángulo afectivo entre sendos supervivientes del holocausto (dos niños y su «protector») que se reencuentran unas décadas después, sumándose al polígono sentimental un par de vértices más: el marido y el hijo de la entonces niña. «Aritmética emocional» hace sonoro hincapié en la imposibilidad de esos tres personajes principales para dejar atrás sus demonios, el recuerdo de los campos de exterminio y los muertos, y en los poderosos vínculos que nacieron entre ellos. Cuarenta años no son nada, para bien o para mal, si se trata de olvidar el horror.

Barzman se mueve entre presente y pasado introduciendo breves flashbacks para matizar conversaciones y reacciones que tal vez funcionen como mínima composición de lugar, aunque resultan insuficientes a todas luces. Esas secuencias del pasado merecían un mayor peso específico dentro de del film, pero los 90 minutos de rigor obligan y el director mete la tijera más de lo conveniente en la historia para beneficio de los actores protagonistas, con atención especial para el personaje de la siempre perfecta Susan Sarandon. Ella es lo más memorable de esta «Aritmética emocional» que, aún siendo una cinta correcta en casi todos los sentidos, viene a aportar muy poco o nada a los miles de metros de celuloide tocados de alguna manera por el reino del terror nazi. En otras palabras: nada nuevo bajo el sol.