counting-crows-saturday-nights-aSe toma su tiempo Adam Duritz para madurar cada nuevo lanzamiento de los Counting Crows; aunque entre los trastornos psicológicos del susosdicho y su ingente cantidad de affairs amorosos ya no extraña nada lo hierático de la carrera del amigo de Mr. Jones. A pesar de sus contradicciones, es Duritz un hombre del que se pueden esperar un par certezas, a saber: que el gozo, la alegría de vivir, la felicidad, no entran en su hoja de ruta a la hora de plantarse delante de una partitura en blanco. El de Baltimore insiste en «no ser nadie», «no ser nada», que la fama es una condena y que nadie le quiere (lo cual no es óbice para que haya desfilado por su cama buena parte del stardom femenino de Hollywood. No todo va a ser sufrimiento). En cuanto al otro axioma inquebrantable en la biografía musical de Counting Crows, es ese que dice que Adam y sus colegas tienen una infinita capacidad para cazar estribillos pegajosos o, en su defecto, arrebatadas y arrebatadoras melodías que hacen de su propuesta pop-rock con fuertes raíces gringas un buen par de dados cargados para sumar siempre 7 u 11; siempre el premio gordo. El cambio, la evolución, no entra en los planes de estos contadores de cuervos. En«Saturday Nights & Sunday Mornings» tan sólo se aprecia una muy sutil subida en el octanaje de las guitarras, unos asomos de fiereza controlada; nada que no recompongan después con los medios tiempos marca de la casa.

Bienvenido de nuevo, y bien hallado, Señor Duritz. Es bueno saber que algunas cosas nunca cambian.