Poco podía imaginar el inefable Enrique Bunbury que el disco que debía suponer el retorno a la felicidad creativa, tras rupturas, depresiones y reuniones crematísticas quedaría reducido en titulares y notas de prensa a un puñado de acusaciones y contra-acusaciones, de un quítame allá esos plagios. Bunbury parece no haber asimilado aún, después de campar musicalmente por tres décadas de la escena española, la naturaleza cainita de esta Iberia a la que un día le cantó; que cada paso que da es mirado con lupa por enemigos y advenedizos siempre a la caza del ídolo, del triunfador, con el cañón permanentemente cebado. Más que plagio, lo del maño ha sido mera torpeza, pura ingenuidad… Sin embargo, despachar este «Hellville Deluxe» con un par de torticeras denuncias de apropiación indebida de ideas no es sólo injusto, sino mendaz.
El cantante de Héroes del Silencio ha parido un buen disco de rock and roll que es directa secuela del anterior «El viaje a ninguna parte» y de esas sonoridades con fuertes anclajes latinófilos que viene desgranando desde la reinvención personal y musical de«Pequeño». Bunbury enfatiza las guitarras, banaliza los textos antaño solemnes y vuelve a reencontrarse con su propia voz sin que eso suponga que «Hellville» sea una verdadera revelación, el giro al infierno que vende desde esa portada de aires redneck. En absoluto. La fórmula rockero-castiza continúa (y continúa agotándose) en «Si no fuera por ti», «Aquí» o «Bobby Perú»; se redime con dos o tres singles efectivos («Hay muy poca gente»,«Bujías para el dolor», o el objeto de la discordia, «El Hombre delgado que no flaqueará jamás») y aborda alguna que otraboutade, como ese disfraz de Tom Waits (máquina de huesos a todo tren) que se echa encima en «Todos lo haremos mejor en el futuro». Siente Enrique la necesidad imperiosa de entregarse a este tipo de homenajes, tan obvios, que sólo le alejan de su propia personalidad. Todo el mundo sabe lo mucho que admira aWaits, a Cave, a Bowie; no es necesario plasmar ese sentimiento en disco una y otra vez convirtiéndose en sucedáneo transitorio de cada uno de sus iconos personales. No le hace falta. Cuando es él mismo, con todos sus dejes y sus defectos, pero también con sus muchísimas virtudes, sigue sin tener rival posible dentro de esta piel de toro que tantas cornadas le da. Sirva de ejemplo la desarmante «La herida secreta» que, incompresiblemente, ha dejado fuera de la edición estandard de «Hellville deluxe» para incluirla únicamente en la versión vinílica de su nuevo trabajo. Inescrutables son los mecanismos mentales de este hombre. Indiscutible es que, si las musas le son favorables, todavía es capaz de canalizar su talento hacia canciones de tremenda raigambre emocional. Bunbury sigue siendo el peor enemigo de Bunbury.