Setenta y cinco primaveras contemplan a Willie Nelson y a sus trenzas plateadas. Setenta y cinco primaveras, con decenas de discos grabados, excesos, viajes de ida y vuelta al territorio de la adicción, revelaciones cristianas y miles y miles de kilómetros a sus espaldas. Y ahí siguen Willie y esa profundísima voz suya, ésa que nos devuelve ipso-facto a los días del far west, cuando tantos «desperados» como los que han campado por buena parte de su cancionero cabalgaban sobre la llanura. Nunca pasan más de un par de años sin que Nelson se desmarque con una nueva obra, y en este 2008 ya tocaba, así que «Moment of Forever» es el retrato sonoro de los estados de ánimo de uno de los últimos grandes forajidos de la música americana. Tirando de temas propios o apropiándose con todas las de la ley de canciones de algún que otro buen amigo (Dylan, Kristofferson, Dave Matthews), Willie se muestra relajado, calmo, pero aún inconformista, aún peleón. Siempre fue el tejano un excelente intérprete de baladas prototípicamente country, y ahí, en toda esa batería de temas que huelen a cabaña y chimenea de leña, es donde «Moment of forever» encuentra todo su potencial desarmante.
No es habitual experimentar la sensación de que se escucha a un clásico en vida, por eso cada nuevo trabajo de leyendas comoWillie Nelson tienen valor añadido; porque cada uno de ellos puede ser el último. La última oportunidad de sentirnos contemporáneos de estos «momentos de eternidad».