noche-de-estrenoEn «Noche de estreno» Casssavetes rendía tributo a las que, probablemente, fueron las dos grandes pasiones de su vida: el teatro y la mujer. La escena, las candilejas, y la contradicción femenina, los miedos y las inseguridades de ésas que ya no cumplirán los cuarenta y que, condicionadas por una sociedad que destierra sus arrugas y sus canas, sienten que con los años la belleza se escapa. Después no hay nada. ¿Qué mejor parábola del efecto de la decadencia física sobre la psique de la mujer que la historia de una actriz teatral que no es capaz de aceptar el paso del tiempo? Nadie siente con más intensidad la soga al cuello de la edad que aquellas que pasan sus días expuestas al mundo sobre un escenario.

Por supuesto, habría sido absurdo poner en marcha este proyecto sin contar con una actriz de categoría, pero John dormía cada noche con la mejor: Gena Rowlands . Su (re)creación de la perdida Myrtle Gordob es intensa e intensiva, se entrega más allá de academicismos o métodos. Gena actúa desde las entrañas de su ser; sangra y sufre por su personaje, porque Cassavetes lo escribió para ella y, no cabe duda, sobre ella. Las crisis nerviosas, el whisky como sedante, y las dudas, todas las dudas imaginables de una mujer madura peleada con su exterior y con su interior.

«Noche de estreno» es emocionalmente abrumadora, Cassavetes renuncia a la estética en beneficio del nervio y el realismo. Deja libres a sus actores y estos dan lo mejor de sí mismos: la Rowlands está enorme, sí; pero no quedan muy atrás Ben Gazzara o el propio John , que se desdoblaba en director-actor como tantas otras veces antes.

Y bien, ahora que a muchos se les llena la boca con el indie de diseño y el supuesto cine alternativo, es buen momento para volver a darle sentido a la palabra «independencia»; algo que, como siempre demostró John , no significaba nada más (y nada menos) que ser fiel a unas ideas, unos principios y una forma de entender el arte personal e intransferible.