Novela, película y serie de televisión. Esa ha sido, en ese orden, la exitosa y prolífica vida comercial de esta historia de chorizos de poca monta devenidos en mafiosos ideada por Giancarlo de Cataldo. Su adaptación a la gran pantalla, a cargo del actor y director ocasional Michele Placido, que llega a España con cuatro años de retraso (ahí es nada), es un ejercicio bastante notable de cine de género, al menos en el primer tramo de sus casi dos horas y media de metraje.
“Romanzo Criminale” comienza, salvando las distancias, como una suerte de híbrido romano de “Uno de los nuestros” y “El precio del poder”. Placido no tiene la destreza de Scorsese ni imprime la exuberancia de De Palma, pero cuando su cinta se remite a la escalada hacia el trono del lumpen de los protagonistas, las señales son buenas, el ritmo es el adecuado y los actores dan el tipo. Sin embargo, en el momento en que el relato deja a un lado las vendettas y lo “criminal” para derivar hacia las interrelaciones de los muchísimos personajes en liza, sus amoríos y sus despechos, todo adquiere un tono folletinesco y mal acabado. Es posible que entre las páginas de la novela de Cataldo o en la serie de televisión (estrenada en 2008) todas esas subtramas, todos esos personajes que aquí quedan cojos o difuminados, se desarrollen debidamente, pero lo cierto es que en“Romanzo Criminale”, la película, sólo vienen a defenestrar el crescendo narrativo y a confundir al espectador, que espera un final a lo Tony Montana para encontrarse, en realidad, con pasiones arrabaleras más propias de El Duque. Y es que era la del director italiano una apuesta tremendamente ambiciosa, de la que por momentos sale airoso pero que, a la postre, no hace más que poner de manifiesto que ciertas empresas, ciertas sagas, por su complejidad, sólo son susceptibles de ser contadas con buen tino por los más grandes (y sombran nombres y ejemplos). Michele Placido es un digno director de cine, consigue no caer en el ridículo afrontando desde Italia una producción más adecuada para los hinchadísimos presupuestos yanquis, pero no es ningún superdotado y a la hora de la verdad su propia criatura, su propio monstruo, acaba por devorarle.