Emmylou-Harris-All-I-intended-to-beHace tiempo que Emmylou Harris dejó a un lado los planteamientos arquetípicamente country en su música para balancearse hacia sonoridades más tradicionales en las que la herencia irlandesa es patente y latente. «All I intended to be to be» es un paso más en esa dirección, donde la antaño musa deGram Parsons destierra los pocos resquicios eléctricos o rock que pudiesen contener sus trabajos de la «época madura», en favor de una instrumentación más cálida y añeja. Mandolinas, acordeones, bouzuki, dobros… todos ellos introducidos con delicadeza para no restar ni un ápice de protagonismo a la verdadera luminaria del álbum: su voz, ésa que sigue sonando tan dulce y cristalina ahora como hace cuatro décadas y que, puntualmente, se hace escoltar aquí por las milimétricas armonías vocales de su buena amiga Dolly Parton o las hermanas McGarrigle. Así, de la mano de Emmylou nos vamos de paseo por paisajes otoñales creados a imagen y semejanza de ése que decora la portada del álbum. A paso lento. No hay prisa. La urgencia es mala compañera en este viaje que propone la de Alabama, tal vez el más reposado e intimista de todos los que ha emprendido desde que, en 1995, el pope de la producción fonográfica, Daniel Lanois, baldeara la propuesta de Harris en el ejemplar «Wrecking Ball» y descubriera a toda una nueva generación de oyentes lo mucho y bueno que esta mujer tiene que ofrecer.

Calidad, honestidad y compromiso, un cóctel improbable en estos albores del siglo XXI; tanto, que nadie debería permitirse el lujo de dejarlo pasar.