Hiatt-Same-Old-ManEl día menos pensado John Hiatt se levantará, se mirará en el espejo y verá que se ha convertido en un venerable anciano negro de sienes plateadas. Es lo único que le queda, esa transformación física; porque piel adentro hace mucho que el de Indiana siente y, sobre todo, canta como un viejo bluesman. Por sí misma, su voz dice más del camino recorrido hasta ahora, de los amores encontrados y perdidos, del polvo de carretera tragado que todo su amplio y glorioso cancionero.

No es posible hablar de cimas creativas ni de momentos dulces en una carrera tan impecable como la de Hiatt. Tal vez «Bring the family» fuese su piedra angular en los 80s; quizá «Walk on»sacara pecho en los 90s y «Master of disaster» fuese su puñetazo en la mesa del rock americano de raíces en este nuevo siglo, pero ninguno de ellos desmerece al resto de su generosa discografía, y ni que decir tiene, tampoco a éste «Same old man» que encierra ya en su título una declaración de intenciones insobornable: el mismo tipo de siempre, el que te pone el corazón patas arriba con una guitarra, un piano, una mandolina, el compositor que Springsteen podría seguir siendo si bajara a la Tierra de vez en cuando.

Ser previsible a la manera de John Hiatt es una bendición. Previsiblemente magistral.