EstómagoSi el Jean Baptiste Grenouille de “El perfume” se abría paso en la vida gracias a su habilidad para destapar el tarro de las esencias, Nonato (Joāo Miguel), el protagonista de “Estómago”, se sirve de su buena mano en la cocina para medrar en la vida primero y en la cárcel después, cuando ciertas coyunturas, que el director de todo esto, Marcos Jorge, se reserva sabiamente hasta el tramo final de su película, le condenen una temporada a la sombra. Jorge ensambla las dos historias de este hombre, intra y extra muros del ‘trullo’, con destreza, sin dejar cabos sueltos ni caer en confusiones.

“Estómago”, no es apta para ídems sensibles, especialmente cuando conceptos como ‘comida’ y ‘cárcel brasileña’ se encuentran, pero deja a su paso ídems agradecidos con su estupenda parábola: el pobre hombre que Joāo Miguel interpreta, un paria más sin demasiado futuro mientras está en libertad, entre rejas se convierte en un número uno por su don para convertir la bazofia de presidiario en manjares de sibarita. Los jefazos mafiosos del lugar sabrán agradecérselo.

Marcos Jorge resulta ser un cineasta directo y contundente, enemigo de los eufemismos. Aun sin ser su película un retrato en toda regla de la sociedad carioca, esa vocación por mostrarlo todo a las claras posibilita que ciertas miserias queden patentes, subyacentes a su historia. “Estómago” huele a sudor y especias, a queso gorgonzola y carne podrida de gusanos. Es puro feísmo, por momentos, contradiciendo esa máxima cuasi tácita que dice que toda cinta que lidie con la gastronomía ha de empaparse en romanticismo y pseudo poesía. Lo cierto es que aquí el romance consiste en fornicar con una prostituta (Fabiula Nascimento, hablando de contundencia) mientras ella devora unos macarrones a la boloñesa. ¡Ñam!