Las-Hurdes-Tierra-sin-pan1Buñuel no tuvo piedad ni mostró pudor alguno a la hora de enseñarle al mundo los rincones más oscuros de su propio país en este documental de formato reducido. Nunca fue Don Luis lo que algunos entienden por un patriota, así que ninguna bandera iba a impedir que filmara esos pueblos míseros de la España profunda donde moraban enfermedades cuyos nombres nos retrotraen a la noche de los tiempos. Bocio, paludismo, difteria, cretinismo… y la peor de todas: el hambre, que azotaba por igual a niños y mayores. Gente moribunda esperando a la parca en calles de toscos empedrados, críos mojando pan en el hilillo de agua de un riachuelo inmundo o compartiendo un sorbo del líquido elemental con los escasos cerdos de la aldea.

Tiene «Las Hurdes» algo de estudio prehistórico, de radiografía antropológica; la búsqueda del eslabón perdido dentro de la península ibérica. Definitivamente esas almas olvidadas de la mano de Dios (y, sin embargo, temerosas de él) no podían pertenecer a la misma especie que los modernos europeos de los años 30. Nadie creería que hace sólo 70 años en algunas zonas de Extremadura no había más alimento que las legañas, ni más ropajes que unos vastos harapos infectos. Nadie lo creería si no fuera porque un tal Luis Buñuel estuvo allí para contarlo y bajarle así los humos a las prepotentes generaciones venideras.

Por supuesto, el director aragonés se ganó el odio de los sectores más conservadores de la piel de toro, quienes le acusaron de farsante y manipulador, y de haber exagerado en exceso las situaciones con fines políticos. Pasa siempre que alguien cuenta verdades incómodas.