Sintetizar una obra tan compleja y tan llena de recovecos como «La montaña sagrada» en una de nuestras reseñas es casi tan utópico como resumir en pocas líneas la trayectoria vital del propio Jodorowsky. Este chileno con alma de mexicano ha sido (y es) dramaturgo, director de cine, escritor, guionista de cómics, filósofo, tarotista… siempre huyendo de etiquetas y advenedizos. Él, comoNeruda , podría también confesar que ha vivido. Todo un personaje de nuestro tiempo al que os imperamos que investiguéis, ya sea a través de sus libros, sus películas o sus conferencias.
Como siempre decimos en estos casos, ya llegará el día en que rindamos merecido tributo a Alejandro Jodorowsky en forma de artículo intensivo. Sin embargo, por ahora nos limitaremos a haceros una pequeña introducción a esta «Montaña sagrada» y, a partir de ahí, el camino será todo vuestro.
En la época en que Jodorowsky dio forma a «La montaña…»andaba metido de lleno en las aguas del budismo zen. Vivía completamente absorbido por su maestro Tanaka, un severo monje japonés que le inició en la meditación trascendental y las filosofías orientales. Así, en esta cinta Alejandro plasmó muchas de las inquietudes existenciales que su mentor le había inculcado: desde la búsqueda del Yo hasta la aceptación de la muerte. Además, la película lidia, a través de docenas de simbolismos, con asuntos tan dispares como la religión, el sexo, la guerra o el dinero. Jodorowsky rompe escandalosamente con cualquier formalismo narrativo y su lenguaje surrealista, a veces salvaje y desagradable, otras de intensa belleza, sustituye la trama o la historia (inexistentes a primera vista) por la contundencia de sus imágenes. Cada secuencia es como un cuadro de Dalí o un exabrupto irreverente de su compinche Arrabal . Más alucinógena que el peyote y tan afilada como un puñal, «La montaña sagrada»no es la película indicada para ver con la familia un sábado por la tarde; pero es incontestable que se trata de toda una experiencia para los sentidos. Alimento para el alma, que diría aquél.