«Alexandra» es el retrato en tonos sepia y ritmo acompasado del viaje de la mujer del título hasta el frente para visitar a su nieto, un oficial del ejército ruso. Sokurov se sirve de esa septuagenaria para lanzar amargas reflexiones sobre la guerra, la invasión de tierras forasteras (Chechenia, en concreto) y, para escrutar con la mirada severa de la abuela que reprende a la sangre de su sangre, el lamentable estado de la madre Rusia. Alexandra (Galina Vishnevskaya, tremenda actriz) deambula por el campamento militar con idéntica actitud y carga metafórica a la de aquel Marqués de Custine que imaginó Sokurov para «El arca rusa»paseando de sala en sala, de cuadro en cuadro por el Hermitage; bailando entre los pedazos de historia del país zarino. Son ambos personajes de perfil supra-humano; suerte de espíritus caídos a la Tierra para contemplar con amargura las torpezas de los humanos corpóreos. La introspección y el hermetismo de esta «Alexandra»colabora de manera inequívoca a esa sensación de estar ante dioses (dioses menores, tal vez) sojuzgando mortales. Hay mucho más dentro de la obra de Sakurov que las meras figuras que en (calmado) movimiento expulsa la pantalla.
Falta por dilucidar si aún existen ahí fuera cerebros dispuestos a afrontar este tipo de parábolas y evocaciones; a enfrentarse a películas en las que el tiempo se congela como en una extraña y sombría pesadilla. En cualquier caso, queden muchos o pocos, lo cierto es que a tipos como Aleksandr Sakurov eso no podría importarles menos.