Ella-es-el-partidoCuando Cary Grant abandonó este mundo nos dejó inevitablemente huérfanos de ese galán cómico, viril pero torpón, irresistible pero sin miedo al ridículo que sólo él pudo y supo encarnar con la solvencia del que conoce bien el terreno que pisa. Muchos han querido llegar después a ocupar su trono; muchos quisieron ver a carygrants por doquier en forma de guaperas de poca monta… hasta que llegó Clooney. Y aunque él no reclame más que el derecho a ser George Clooney (casi nada) es sin duda alguna el único actor contemporáneo capaz de alcanzar las cotas de bufón seductor de Grant. Él lo sabe. Sabe que es el hombre en el país de los eternos adolescentes, de ahí que se haya elegido a sí mismo para protagonizar esta desenfadada farsa futbolística (de fútbol americano, se entiende) ambientada en los locos años 20. Una comedia deliciosamente banal salpicada de todos los ticks y los giros característicos del Hollywood clásico; maneras de las que el Clooney director es devoto seguidor y aplicado alumno, tanto que no puede uno sino pensar que el antaño médico más atractivo de las urgencias americanas ha nacido en la época equivocada. Pero no hay mal que por bien no venga: en los años cuarenta difícilmente un actor, un icono erótico masculino, podría haberse metido a realizador, y eso que nos habríamos perdido.

«Ella es el partido» no hace ni la más mínima concesión a la modernidad (apenas algún pequeño exabrupto verbal), colocando a Clooney quizá más cercano a la categoría de recreador que de creador; meros matices lingüísticos, en cualquier caso, que se difuminan en el celuloide de esta historia rematadamente divertida y llena de chispa; una cinta que, por una vez, no nos hace echar de menos los tiempos dorados que no volverán. Y todo gracias a un tipo al que deberíamos odiar por encantador, por elegante, por rico, por brillante… pero ¿quién puede deshacerse en malos deseos ante esa media sonrisa de pícaro casanova? Nadie puede. Por eso George es el rey.