Previa ingesta de cantidades industriales de Biodramina para las náuseas y, siempre que se haga la firme promesa de no tratar de poner en solfa nada de lo que muestra la pantalla, este sucedáneo de «Godzilla», rodado a la manera pseudo-amateur de «El proyecto de la Bruja de Blair» (sumándole unos meritorios efectos especiales, eso si), puede pasar por ser una sesión de escapismo cinéfilo perfectamente disfrutable. Mucho menos densa y pretenciosa que el remake gringo de las astracanadas del monstruo marino inventado por Ishiro Honda, la cinta de Matt Reeves se ciñe al padrenuestro de las viejas películas de terror de serie-B: sin muchas explicaciones, sin grandes introducciones; hombre versus monstruíto, y que sea lo que tenga que ser.
Lo mejor, sin duda, la campaña promocional del invento, que ha sustraído al respetable cualquier imagen de la criatura de marras. Un truco viejo, pero que sigue funcionando, porque todos saben que la curiosidad mató al gato. En el caso de «Monstruoso», lo mató de mareo. ¿Será esto horror DOGMA? Alguien debería preguntárselo a Von Trier.