Arma-FatalCon «Shaun of the Dead» (aquí «Zombies Party») Edgar Wright le mostró a quien quisiera hacerle caso su peculiar visión del cine de zombies, con toda la guasa del mundo, galones de salsa de tomate y mucha, mucha trepidación. «Arma fatal» podría pasar por ser su equivalente en las películas de polis (muy) duros. A pesar de esa transcripción del título original que uno no desearía ni para su peor enemigo y que pretende venderle al respetable la moto de que esto es una bufonada a lo Zucker y Abrahams (o, peor aún, a lo Jason Friedberg y sus «Scary/Date/etc. Movie»), la cinta deWright es mucho más que todo eso. Su fórmula es simple y efectiva: al género de turno le echa algo de cachondeo, minando la historia de personajes delirantes, situaciones salidas de madre y chistes de primera categoría, aunque al fin y a la postre trata de ser más o menos fiel al espíritu del policiaco. En «Arma fatal» nos topamos con asesinos, balaceras y acción bien entendida y mejor rodada. Salvando las insalvables distancias (valga la redundancia y la contradicción), Wright es como el hijo bastardo de los Monty Python, y si bien no le alcanza el genio para acercarse a los momentos más brillantes de CleeseGilliam & cía., entretiene y divierte, y multiplicaría exponencialmente esas virtudes si no se empeñara en alargar su producto hasta las casi dos horas de metraje. Porque eso es lo que le sobra a su cinta: media hora de relleno que, inevitablemente, hace que descienda el promedio de carcajadas por minuto en el balance final. En cualquier caso, el papelón aquí está en convencer al espectador español de que una película llamada «Arma fatal» no es ninguna fantochada del tres al cuarto. Servidor tampoco lo creería ni aunque San Billy Wilder se lo susurrara al oído en pleno duermevela.