Cartas ganadoras en la mano de Tamara Jenkins para su segundo largometraje; las que suponen contar con un par de actores de insultante solvencia como Philip Seymour Hoffman y Laura Linney que, por fin y muy merecidamente, comienzan a hacerse con roles protagonistas tras casi dos décadas en labores de (excelentes) secundarios. Aquí Hoffman y Linney son dos hermanos inmersos sin solución en la crisis de los cuarenta, solteros empedernidos y con carreras profesionales mediocres que han de lidiar con un padre (Philip Bosco, otro soberbio actor) aquejado de demencia senil y por el que ninguno de los dos siente especial apego. De eso, de los apegos, de los motivos del cariño, parece saber dos o tres cosas la directora norteamericana, que pone sobre el tapete la cuestión de qué hacer con un anciano que no tiene hueco en las vidas de los protagonistas por mor de rencores y rencillas del pasado, sobre todo cuando la mala conciencia y el sentimiento de culpa entran en juego.
Jenkins se asegura el punto de humanidad necesario para su historia con dos intérpretes muy acostumbrados a encarnar al americano medio: Linney es toda calidez, y el rechoncho P. S. Hoffman siempre fue el fracasado perfecto. Ambos tienen buena culpa de que «La familia Savages» rezume autenticidad tanto en el drama como en los pasajes más distendidos, que Tamaraintercala con inteligencia, porque hasta en los trances más difíciles, en la estampa de un octogenario que ha perdido el norte y que se hace sus necesidades a bordo de un avión, puede estallar la carcajada liberadora. Reír por no llorar. Así funciona el ser humano, así lo ha sabido captar Jenkins, y el resto es sólo falsedad.
Dentro de la sencillez latente en cada secuencia, Jenkins apela siempre que puede a un cierto preciosismo formal. Situaciones realistas y realismo en el discurso, sí; pero mimando el envoltorio. Es posible transmitir la aspereza de los estados de ánimo en conflicto desde el sosiego visual, y ella sienta cátedra al respecto. Tiene por delante un horizonte prometedor a poco que siga fiel a este cine que toca tan con los pies en el suelo (y tan de lleno en el corazón del espectador).