bon-iver-for-emma-aJustin Vernon (alias Bon Iver) es a la música americana de raíces lo que el señor Antony Hegarty (aka el jefe de los Johnsons) al pop de cámara: una sola persona, un solo corazón capaz de desdoblarse en toda una coral de voces angelicales tocadas por la gracia de Orfeo. Como los Buckley, como los Wilson, castratos sin serlo, artesanos de melodías de seda para alcanzar el Paraíso, exista o no, para encontrar a Dios, exista o no. «For Emma. Forever ago» es intimista, pero es cálido; comienza minimalista, con arreglos instrumentales reducidos a la mínima expresión (excepto por la voz siempre multiplicada de Justin) y poco a poco llegan los matices: una sutil percusión por aquí, una lejana trompeta por allá, o un órgano en la trastienda que, in crescendo, llena el poco vacío que dejan Vernon y su garganta de terciopelo.

Dice Justin que no quiere ser otro cantautor aburrido más, uno de esos que sólo cantan y aporrean la guitarra; que es por ese motivo por lo que suma un overdub tras otro a su voz hasta lograr esa polifonía unipersonal que mece al oyente de una punta a otra de«For Emma». Hasta reparte octavillas con las letras de sus canciones en los conciertos para que el personal le haga los coros y así darle más empaque a su sonido. Pero peca de humilde este veinteañero de Wisconsin con aspecto de leñador, porque lo cierto es que sus «Flume»«The Wolves»«Creature fear»«Skinny Love» serían objeto de estremecimiento incluso a capella. Lo que nace sublime, amigo Justin, no necesita más ornamentación que el mero hecho de existir. Alguien con tu sensibilidad ya debería saberlo.