El-sueño-de-CasandraA nadie se le escapa (seguramente ni siquiera al propio Woody) que con un ritmo de película y media al año y cuarenta primaveras en el tajo (se dice pronto), a las «Annie Hall», «Septiembre», «Acordes y desacuerdos», etc. les han de suceder, de vez en cuando, productos menores o, cuanto menos, productos que no alcanzan las cotas de genialidad a las que el de Brooklyn ha acostumbrado a sus incondicionales. Ése es el caso de «El sueño de Cassandra», en la que Allen retoma el argumento del crimen como método arribista que ya utilizara en «Match Point», cargando esta vez las tintas sobre el sentimiento de culpa que sucede al asesinato. La mala conciencia es, a la postre, lo que marca el desenlace de la historia de estos dos hermanos con tantos sueños de grandeza como escasa capacidad reflexiva.

Deja un extraño sabor de boca la última de Allen: por momentos resulta cómica, sin ser ni de lejos una comedia al uso; aunque al mismo tiempo todo en el relato es demasiado descabellado como para tomárselo demasiado en serio. «El sueño de Cassandra» podría ser una versión alternativa de «Match Point»; pero con importantes carencias en un guión bastante menos brillante, a veces incluso algo tosco y precipitado, y ya sin el factor sorpresa que supuso aquel guiño hitchcockiano dentro de su filmografía. Además, Woody rompe con su regla de oro más sagrada: las películas no deben durar más de 90 minutos.

Esta vez Scarlett Johansson no acude al rescate, y aunque tanto Ewan McGregor como Colin Farrell están en su sitio (o sea, correctos), nada impide que «El sueño de Cassandra» sea un tropezón en toda regla. No es el primero ni será el último y, de todas formas, con Woody Allen nunca pueden durar mucho los disgustos: «Vicky Cristina Barcelona» está al caer (esta vez sí, con Scarlett incluida) y él anda ya trabajando en el que será el siguiente proyecto. Porque el movimiento (o el talento) se demuestra andando y, para bien o para mal, este judío hipocondríaco y miope no detiene jamás esa máquina de fabricar celuloide que tiene por cerebro. Que sea por muchos años más.