PretextosSilvia Munt hace honor en su debut como directora en el largometraje a eso que ha marcado casi siempre su carrera como actriz. Por físico, por gesto, por esa mirada acuosa y, huelga decirlo, por su tremendo talento, la Munt se ha destacado como una superdotada para encarnar personajes desgarrados emocionalmente por el dolor y el sufrimiento. Y en ésas anda«Pretextos»Munt ha construido su cinta como una única historia que une con (endebles) lazos narrativos el devenir de sus protagonistas porque, en el fondo, aquí se dilucidan dos relatos distintos, dos vidas distintas que, de acuerdo, comparten recorrido por el pozo de la crisis personal (crisis con mayúsculas), pero nada más. Una directora de teatro (la propia Munt) inmersa en las mil y una dudas de la mediana edad, replanteándose hasta el suelo que pisa; y una enfermera de geriátrico insomne (Laia Marull, otra gigante del drama), viviendo el infierno de una depresión de cuyos motivos poco o nada llegamos a conocer. Y es que es ése el talón de Aquiles de la Silvia Munt guionista: llevarnos hasta el núcleo del padecimiento moral de esas dos mujeres sin dar explicación alguna de sus circunstancias pasadas, lo cual pasa factura especialmente en el caso de la sufrida Marull, que se hace querer. Se necesita (necesitamos) asimilar más información de la que«Pretextos» pone sobre el tapete. 

La película sale adelante gracias en buena medida al soberbio reparto, al fin y a la postre los verdaderos «culpables» de darle vida a toda esa batería de conversaciones con el sentimiento a flor de piel; pero igualmente sobrecoge por el tono austero de estaticidad cuasi teatral (la cabra tira al monte, que se suele decir) que Silvia le imprime. Sus «Pretextos» se destacan como un firme drama sentimental por encima de los cabos argumentales que la catalana haya podido dejar sueltos. Una excelente opera prima, aunque no sea la mejor medicina para estados de ánimo carenciales.