XXYEs tan fácil acabar cayendo en terrenos mórbidos o sensacionalistas al manejar un tema como el hermafroditismo, que Lucía Puenzo (hija del también director Luis Puenzo) y su trabajo en «XXY» es, de entrada, digno de encomio sólo por su tremenda sensibilidad y su inteligencia para no pisar ninguna de las trampas argumentales que este relato de una niña que es niño (o viceversa) puede encerrar. Así, «XXY» es claramente testimonio de tan rarísima singularidad anatómica, pero también de los conflictos de quien la lleva consigo: las dudas adolescentes, los primeros (y confusos) picores sexuales, la relación padre-hijo/a… Lucíatransita de la crudeza a la ternura y vuelta a empezar; así es la vida, y en ese capturar la vida cuenta con un elenco de actores que llevan la palabra «verdad» escrita en la frente. Ricardo Darín, mito viviente; la enigmática Valeria Bertuccelli, y un par de chavales, Martín Piroyansky e Inés Efrón (con mención especial para el trabajo de esta última) con la complicada papeleta de rodar escenas algo subidas de tono a tan pudorosas edades y afrontar personajes que nadan en la desorientación. Tienen los actores argentinos (quizá el pueblo argentino en general) una capacidad innata para la naturalidad y Lucía ha seleccionado de lo bueno, lo mejor. Ha elegido con tacto, y tacto es lo que ha empleado a la hora de rodar, de contar, de extraer más de las miradas que de los discursos. Tacto al presentar los momentos más trágicos sin demagogia ni condescendencia. Tacto, como si al hablar de esa cría asustada y paralizada ante decisiones vitales estuviera hablando de sí misma.