Quizá buscarle un doble sentido a «Mal gesto», leer entre líneas una metáfora de las venganzas y contravenganzas entre palestinos e israelíes dentro de la historia de este David Klienhouse (Tal Grushka) que clama justicia después de que unos mafiosos le destrocen el coche, sea extralimitarse, y desde luego Tzahi Grad no necesita (ni él ni su película) de subterfugios para resultar contundente y creíble; pero su crudo relato del pez chico plantándole cara al pez grande tras poner varias veces ambas mejillas y salir escaldado no es sólo el núcleo del conflicto en Oriente Medio, sino la historia del mundo.
Personajes siniestros de los oscurísimos bajos fondos israelíes con la palabra «corrupción» grabada a golpe de cicatriz en el rostro y ante ellos la perfecta recreación del ciudadano medio, con su depresión media, y su matrimonio medianamente acabado. No,«Mal gesto» no necesita más que lo que enseña para revelarse como una excelente película, pero qué manera de hilar tan fina la de Grad si además de mostrar estos días de furia de un hombre de a pie, ha querido también encajarle un doble fondo.
Brillante.