El-amor-en-los-tiempos-del-cóleraLa aventura de adaptar a la gran pantalla el novelón de García Márquez puede ser percibida como un acto de tremenda valentía o tal vez como la peor de las osadías. Es difícil decidirse o concluir sin en Mike Newell pesa más el artista valiente o el insensato; sin embargo, lo que está más que claro es que afrontar la traslación al cine de «El amor en los tiempos del cólera» viviendo en la concesión perpetua es un tremendo desperdicio de tiempo, dinero y talento. En la cinta de Newell hay un par de concesiones a la galería que habrían sido perfectamente evitables, y una tercera quizá algo más difícil de sortear. Entre lo soslayable, lo ridículo de convertir a treintañeros (Javier Bardem,  Giovanna MezzogiornoBenjamin Bratt) en provectos ancianos a base de maquillaje; algo que casi nunca resulta creíble, menos aún si como es el caso, la faceta «maquilladora» no es precisamente la más brillante de la producción. Igualmente, podría haberse evitado el machacar el texto de Gabo forzando su traducción al inglés para luego entregarlo en manos de actores no angloparlantes. ¿Qué sentido tiene reunir un reparto de origen hispano si se les va a hacer hablar con un acento de tomo y lomo en la lengua deShakespeare? En ese sentido, es preferible cortar por lo sano y hacerlo a la antigua usanza: si Natalie Wood pasó en su día por india, o Charlton Heston por mexicano, a nadie le iba a extrañar ver a gringos encarnando colombianos. Estas dos cuestiones, la del risible envejecimiento y el factor lingüístico, son un lastre importante, pero lo que más decepciona de la cinta del director inglés es la manera en la que se ha enfrentado al escollo de condensar una obra tan dilatada en duración, en sentimientos, y en vida: el resultado final se asemeja a un mediocre best ofsuperficial de esa historia de amor (o desamor) que atraviesa océanos de tiempo, que supura erotismo y sexo, y dolor, y arrepentimiento… Los personajes que Newell recrea ni siquiera se acercan a emular el contenido vital que García Márquez les insufló; la obsesión pasional de Florentino Ariza no se muestra en todo su abismal desgarro (ni de lejos) y Fermina, la amada, resulta tan vacía como todo lo que le rodea. Si los protagonistas, el centro neurálgico de la historia, están rematadamente mal delineados, qué decir de los importantísimos (y numerosísimos) secundarios, aquí reducidos a meras sombras que se ven y se olvidan al segundo siguiente.

Esta versión de Mike Newell es como una mala postal de un paisaje imponente. Han cuidado el envoltorio, han desplumado la chequera para cimentar una muy meritoria ambientación y contratar a todas esas estrellas que desfilan por el objetivo (entre las cualesBardem brilla muy por encima del resto); pero se han dejado el alma del premio Nobel colombiano por algún rincón oscuro del set de rodaje. O tal vez sea, sencillamente, que resulta imposible transmitir ni en dos ni en tres ni en cien horas todo lo que «El amor en los tiempos…», en su versión en negro sobre blanco, tiene que contar; que es bastante más que este dramita romántico predecible y despersonalizado que el autor de «Donnie Brasco» acaba de entregar. Algunas cosas es mejor dejarlas tal y como están si no existe la total de seguridad de que, al menos, se podrá extraer algo mínimamente digno de ser comparado con el original, y no parece que Newell haya podido tener esa percepción en ningún momento. O quién sabe, quizá sí. Los «creadores» son muy suyos; tanto que incluso pueden llegar a pensar que Shakira es la compositora ideal para musicar una obra del hombre que parió«Cien años de soledad». Así les acaba luciendo el pelo.