Con un single, «No one», que tendría que haber sido etiquetado de droga dura por la OMS debido a su tremendo poder adictivo, y una docena de escuderas más con parecidas hechuras de hits FM, la preciosa Alicia Keys se presenta en el mercado con su tercer trabajo discográfico. Un disco predestinado a reinar por todo lo alto en Billboard, MTV y demás barómetros del mercadeo musical, pero que no por su (evidente) potencial superventas deja de ser producto del talento compositivo y la voz privilegiada de la neoyorquina. «As I Am» gana en las distancias cortas, cuando Aliciadeja al margen pachangas y superproducciones y se limita a hilar un triángolo de soul dulzón entre ella, su piano y el oyente; cuando de veras se ofrece «tal y como es»: una veinteañera cantándole al amor en todas sus formas, creando canciones como «Like you’ll never see me again», «The thing about love» o la propia «No one» que a más de uno le bastarían para emprender un viaje de ida y vuelta al infierno si al final del camino esperase esta mestiza susurrando eso de «Every time yo hold me, hold me like this is the last time».
Si Amy Winehouse es, como dicen, la actual emperatriz del lado oscuro del R&b, la Keys gobierna en el reino de la luz. Ying vs. Yang. La niña mala que masca chicle sin parar contra la colegiala hacendosa y esmerada. La historia del mundo.