Casa-Desolada-Serie-BBCLa televisión británica, como la del resto del orbe, no está libre de la importación y la facturación de basura del más alto (o bajo) nivel. Los reality shows y el sensacionalismo son el pan suyo de cada día, tanto como lo es nuestro. Sin embargo, tienen los ‘brits’ un chovinismo a prueba de bombas, un acatamiento casi religioso de las tradiciones que les hace moverse siempre dentro de una singular dualidad. Heces hertzianas por un lado y por otro la sacrosanta BBC, buque insignia de las comunicaciones de la Gran Bretaña y, en cierto modo, guardiana de los ‘valores’ de las Islas, facturando productos de calidad contrastada tanto en el terreno documental como en el de la ficción. Son célebres sus adaptaciones de clásicos de las letras inglesas en pequeñas series o en tv movies, y a ellos vino a sumarse hace cuatro años esta Casa Desolada, de Charles Dickens, ahora disponible en DVD. Sin reparar en gastos, contando incluso con los servicios de una estrella americana de la talla de Gillian Anderson, el canal británico produjo una mini serie de 15 capítulos pertrechada de una puesta en escena majestuosa que poco o nada tiene que envidiar a las producciones para la pantalla grande y que, ante todo y por encima de todo, hace gala de un respeto ímprobo del novelón de marras.

Casa desolada narra las cuitas de los herederos de una tremenda fortuna cuyo disfrute les es vetado, a ellos y a unas cuantas generaciones anteriores, merced a un complicadísimo embrollo burocrático. Ése es el punto de partida que imaginó Dickens para a renglón seguido desarrollar uno de sus canónicos relatos victorianos de bajas pasiones, romances secretos, traición y muerte, siempre basculantes entre la alta sociedad y los más putrefactos rincones de los arrabales londinenses. El crescendo del relato resulta ideal para el formato de serie y el equipo técnico comandado por Susanna White y Justin Chadwick trasladan a la pantalla de modo magistral no sólo la intriga y las revelaciones que la novela dispone (poco a poco, como en un puzzle del destino se descubren conexiones entre todos y cada uno de los personajes), sino los conceptos morales que el autor inglés gustaba de introducir en sus obras: el honor y la lealtad en contraposición al fariseísmo y la falta de escrúpulos.

El altruismo de unos se enfrenta a la avaricia enfermiza de otros. Tanto el perfil angelical, cuasi beatífico, de los personajes ‘buenos’ como el hedor y la podredumbre interior de los corruptos son recreados aquí con total precisión, consecuencia directa y a partes iguales del formidable trabajo de caracterización y de la cuidadosa elección de unos actores, todos ellos, jóvenes y viejos, auténticas eminencias de las tablas inglesas. Aunque la presencia de la mediática Anderson pudiera antojarse como la nota discordante dentro de un reparto ejemplar, sólo es necesario enfrentarse a su primera aparición en pantalla para certificar que difícilmente se podría conseguir una Lady Dedlock mejor que la suya. Ni siquiera el asunto de los acentos es problema para la ex agente Scully, algo que maneja con soltura gracias a los años que pasó en las islas siendo una cría. Talento en estado puro se llama lo Anderson y lo del resto de sus compañeros, con mención especial para la imponente presencia de Charles Dance y su maquiavélico abogado Tulkinghorn.

[yUn soplo de clasicismo bien entendido dentro de un ámbito, el televisivo, que margina al exilio de la memoria cualquier producto que huela a “antiguo”. Viéndola, disfrutando de su tremendo abanico de emociones desatadas por las líneas maestras de la pluma de Dickens, no puede uno por más que sentir algo de envidia al ser testigos de cómo los hijos de la pérfida Albión reverencian sin complejos a los tótems de su literatura mientras aquí le enseñamos a la desdichada Bea que sin tetas no hay paraíso. Afortunadamente, no hay arma más efectiva contra la tiranía televisiva que el DVD. Dentro de ese bendito aparato Lady Dedlock, el Sr. Guppy, el malvado usurero Smallweed o la dulce Esther Summerson esperan su oportunidad.