Después de su regreso triunfal de hace unos años -triunfal al menos en los estrictamente artístico- Wayne Hussey reúne a la banda de su vida por última vez -o eso dice él- para este «God is a Bullet» . A nadie se le escapa que la ausencia de su mano derecha durante años, Craig Adams , convierte a estos Mission cada vez más en el proyecto personal de Hussey . De hecho firma en solitario la gran mayoría de temas y, ya de entrada, su nuevo álbum evidencia una importante disminución de decibelios. Si«Aura» fue un trallazo cercano al hard rock que pocos esperaban de un grupo que ya lo había dicho todo en los 80, «God is a bullet» se nos presenta como una colección casi feliz de canciones en el que un Hussey , bastante menos atormentado que en los tiempos en que ejercía de maestro supremo de las tinieblas londinenses, canta ahora al amor y a la mujer, aunque por supuesto siempre desde ese romanticismo decadente que tan a fondo ha cultivado a lo largo y ancho de su carrera.
Con «God is a bullet» son imposibles los flechazos. La primera impresión es de tedio y de fórmula agotada. A excepción hecha del pegadizo single «Keep it in the family» , que nos traslada de inmediato a esos días en que un dinosaurio llamado U2 dominaba la Tierra, la acumulación de medios tiempos y temas de corte reposado conminan al bostezo. Es sólo después de haberle dedicado un tiempo razonable cuando las bondades del último cancionero de Wayne Hussey y compañía comienzan a rebelarse. Así, el quejío de Wayne emociona en «Father» o «To love and to kill with the very same hand» ; «Belladonna» y «Aquarius and Gemini» denotan su querencia actual por el pop, y un tema como el inicial «Still deep waters» con sus arpegiados marca de la casa traen ecos de épocas pasadas. La melodía y la calma son hoy por hoy el evangelio según Hussey , y es que quizá se haya hartado del aleteo de los murciélagos y de las telas de araña. Malas noticias, tal vez, para el sector más fundamentalista de su hinchada; pero no para el oyente más abierto de miras.
Si éste es realmente el canto del cisne para los ingleses, habrá sido una agradable forma de dar carpetazo a una carrera en la que, a pesar del cansancio y el desgaste propios de 25 años en la carretera, las glorias se imponen a los sinsabores. Ahora bien, si Hussey se empeña en insuflar más vida a The Mission , ni un millón de escuchas salvarán del hastío a futuros lanzamientos de su grupo. Y es que el show no siempre debe continuar. A veces hay que saber apearse cuando el tren aún está en marcha.