París, 1984. El recién descubierto virus del SIDA ha caído como un mazazo sobre la hasta entonces despreocupada y promiscua comunidad gay de la capital gala. El desconocimiento y la paranoia no hacen sino empeorar la situación. Así, con la espada de Damocles del VIH como telón de fondo, Techiné construye uno de sus dramas pequeño-burgueses de verbo fácil. Muchas son las cuestiones que el realizador francés desgrana: del amor y la muerte, de la infidelidad y los celos; aunque no acaba de meter el bisturí a fondo en ninguna de ellas, y ejemplo paradigmático de eso mismo es la relación entre el personaje de Emmanuelle Béart(alguien debería inhabilitar a su cirujano plástico) y su marido, que le pone los cuernos con otro hombre sin que la cosa pase a mayores. Cosecha Mayo del 68, se supone. Cada uno a lo suyo, aquí paz, libertad y después gloria.
En cualquier caso la última del director de «Alice y Martin» no tiene ni más ni menos carencias que las obras de muchos de sus correligionarios, siempre tratando de imponer un punto de sofisticación y existencialismo en el desierto de lo cotidiano. Al fin y al cabo, c’est la France!!. Se agradece, eso sí, la actitud franca y en absoluto plañidera de Techiné a la hora de acercarse a la tragedia de los seropositivos. Esto no es «Philadelphia», afortunadamente. Naturalidad ante todo, a pesar de los nuevos morritos de goma de la Béart.