Lejos-de-ellaTeniendo en cuenta la trayectoria de Sarah Polley como actriz, ese curriculum suyo a todas luces movido por el compromiso y la integridad artística en vez de por el vil metal o los cantos de sirena de Hollywood, uno podía intuir que haría buen uso de esa sensibilidad demostrada en, por ejemplo, sus dos trabajos a las órdenes de Isabel Coixet («Mi vida sin mí»«La vida secreta de las palabras») a la hora de subirse a la silla de director(a). Gracias a las políticas de distribución cinematográfica (benditas sean ellas y los que las hacen posible) no pudimos disfrutar del debut de Polley en el largometraje, «All I Want for Christmas», pero milagrosamente sí que se han decidido a presentarle al público español esta «Lejos de ella», su segundo trabajo. Y no nos ha fallado la intuición. Sarah se destaca como una realizadora exquisita e intimista, a buen seguro influenciada por su amiga Isabel, para desgranar un relato portentosamente emotivo y tierno con el mal de Alzheimer como epicentro.

Una película nacida sin pretensión pedagógica alguna porque, antes que ser un manual de instrucciones sobre cómo sobrellevar la enfermedad de marras, es una tremenda historia de amor incondicional, de entrega absoluta, que quizá se centra más en los «olvidados» que en los que olvidan; al fin y al cabo, lo más paradójico del Alzheimer, y eso es algo que Polley se encarga de dejar muy claro, es que con la pérdida de la memoria, de la noción de tiempo o lugar, también se desvanece la capacidad de sufrimiento, dejando el peso de la pena sobre los hombros de quien tiene que ver cómo su recuerdo desaparece de la mente del ser amado. Sarah fotografía ese trance con una solidez insólita para alguien semi novato en esto de la dirección, eludiendo los mil y un tópicos inherentes a semejante drama. No hace ascos a un cierto preciosismo formal, sin que ello eclipse en modo la carga emocional de la cinta. Es de esa combinación, de ese equilibrio, de donde mana este dulce trago amargo que es «Lejos de Ella».

Capítulo aparte merece Julie Christie. La guapísima (ahora, ayer y siempre) actriz británica despacha el caramelo interpretativo que Polley le pone en la boca realizando una de las mejores y más intensas exhibiciones actorales de los últimos tiempos. Si lo suyo fuera la danza, el graderío, siempre sabio, le gritaría aquello de «¡esto es bailar y lo demás joder el suelo!». La manera que tieneChristie de interiorizar ese personaje que se muestra unas veces confundido, otras viviendo una feliz inopia, o encogida por la tristeza otras tantas, supone un derroche de talento que marca la diferencia entre las grandes damas de la escena planetaria, como ella, y las aprendices de cabareteras. «Lejos de ella» le debe su éxito a partes iguales tanto al buen hacer de su directora como a la labor de Christie, cuya elección, a fin de cuentas, no deja de ser otro acierto de Polley. ¿Quién mejor que una actriz para reconocer a la mejor de las actrices? ¿Quién mejor que la más dotada de las actrices para llenar de contenido una historia que es puro corazón?